Unos huevos cocidos con tostadas desmenuzadas y untadas de mantequilla era para Anthony Bourdain el recuerdo de su madre. Le preparaba este plato cuando era niño y estaba resfriado. Era el sabor de un recuerdo materno que traía otros sentimientos: hogar, seguridad, confianza y familia.
Muchos tipos de comida nos pueden transportar un lugar del pasado: un pollo asado, un fiambre en hoja de bijao, un caldo de huevo o unos simples huevos con salchicha. “A veces es una hamburguesa, otras veces un cuenco de pho que me recuerda tiempos más felices, más románticos”, comentaba Bourdain en 2013 para el periódico The Guardian.
Ese tipo de comida que nos trae recuerdos de tradiciones y nostalgias de sabores tiene nombre: “comfort food”.
Aunque el término lo popularizó Bourdain, aparece por primera vez en el libro Comfort food del cocinero británico Jamie Oliver, que lo define como ”un festín de recuerdos nostálgicos y tradiciones para que al comensal se le dibuje una enorme sonrisa cuando los deguste”.
Según Olivier “comfort food” es esa comida que nos produce confort –se puede traducir como “cocina casera”–, aunque incluye un sentimiento “que atraviesa la vida, templa el cuerpo y revive el espíritu”.
Sabores del mundo
Los “comfort food” de Bourdain no solo eran platos de su natal Minnesota ni una pasta imposible de pronunciar. Su placer culposo era un plato de macarrones con queso de la cadena de restaurantes de comida rápida Popeye.
Incluso, confesaba que a menudo se disfrazaba para entrar a las tiendas y que odiaba Twitter porque la gente subía fotos cuando lo veían con la evidencia en la mano.
Cuando le preguntaban por otros platos tradicionales del mundo recordaba la trippa alla romana, un plato típico italiano que es una especie de mondongo con base de tomate.
De su paso por Medellín en 2008 reconoció que el calentao, sancocho, morcilla, chunchurria, tiburón y arepa de huevo era también tipos de “comfort food”.