Piense, por un momento, en esta escena ficticia: en una oficina del Sistema de Gestión del Riesgo en Colombia, una pantalla gigante muestra el cauce del río Cauca en tiempo real mientras una simulación realizada con modelos hidrológicos destaca en rojo una de sus secciones, indicando que en diez días el caudal podría alcanzar los 80 metros cúbicos por segundo y desbordarse. Al ver la anomalía, los técnicos encargados del monitoreo se detienen, analizan rápidamente los mapas generados por el programa y confirman que varias comunidades en la ribera están en riesgo.
Los datos llegan desde los satélites Sentinel de Copernicus, que orbitan la Tierra a cientos de kilómetros de altura, y aunque este ejemplo no es real, los cálculos descritos sí lo son, pues este “sistema de alerta temprana” utiliza información de radar satelital, datos meteorológicos y un histórico de eventos de retorno de 100 años para anticipar desastres como este, con el fin de que las autoridades tengan el tiempo necesario para planificar evacuaciones, reforzar infraestructuras y proteger a miles de personas de una tragedia evitable.
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Pero, lo que hace único a Copernicus, el Programa de Observación de la Tierra de la Comisión Europea que busca ofrecer una capacidad autónoma y continua de observación terrestre de alta calidad, con datos accesibles para científicos, autoridades y ciudadanos no es su capacidad de monitorear fenómenos naturales en tiempo real, sino su alcance global y su carácter operativo. De esta forma se proporciona información fiable para conservar el medio ambiente, mitigar el cambio climático y garantizar la seguridad civil.
Por ejemplo, durante los incendios forestales en Valparaíso, Chile, ocurridos en enero de 2024, el sistema generó mapas precisos en menos de ocho horas tras recibir las imágenes satelitales, detallando áreas afectadas y los daños en viviendas e infraestructuras, permitiendo coordinar una respuesta efectiva, incluso en una emergencia de gran magnitud, es decir, con esta capacidad tecnológica, el programa protege vidas, pero también pone al alcance de todos datos abiertos y gratuitos que ayudan a comprender y enfrentar los desafíos ambientales y climáticos.
Para entender mejor el programa y sus múltiples funcionalidades, EL COLOMBIANO habló con Stéphane Ourevitch, supervisor del EU Space Support Office para la Dirección General de Industria de Defensa y Espacio de la Comisión Europea.
¿Cuál es el impacto más significativo del programa Copernicus en América Latina, particularmente en gestión ambiental y respuesta a emergencias?
“Copernicus es único. Ni la Nasa ni la Noaa tienen siete tipos diferentes de satélites operativos, diseñados específicamente para monitorear el ambiente, vigilar el cambio climático y apoyar la reducción de riesgos por desastres y emergencias. Esa es la diferencia: no solo tenemos satélites, sino un programa operativo con un propósito claro.
El impacto de Copernicus es inmenso. Pasamos de no tener nada a contar con un sistema cuyos beneficios son visibles. Quizás no resuene mucho con su público, pero mantener este programa cuesta en promedio solo dos euros al año por cada ciudadano de la Unión Europea, lo que equivale al precio de un café en Bruselas. Y aunque lo financiamos los europeos, su alcance es mundial.
Por ejemplo, estamos vigilando incendios forestales en Chile e inundaciones en Colombia; lo he visto en las últimas noticias. No es que usemos los datos solo en Europa porque lo pagamos nosotros. Copernicus no es un regalo de Europa al resto del mundo, es una contribución a un planeta más sostenible y a una ciudadanía global mejor informada”.
¿Cómo se puede acceder a los datos satelitales de Copernicus?
“Los estadounidenses tienen algunos satélites con datos abiertos, pero en Copernicus la mayoría de los datos son accesibles para todos, con excepción de aquellos relacionados con servicios de seguridad. Por ejemplo, no publicamos en la web los planes de evacuación de ciudadanos europeos en un país en crisis, las rutas detectadas de inmigrantes ilegales o incidentes de narcotráfico en el mar. Son tareas que realiza el servicio de seguridad, pero que no se anuncian ni están disponibles al público, aunque existen.
Sin embargo, fuera de esos casos, todo es abierto y gratuito. Cualquier persona puede usarlo, desde ciudadanos hasta periodistas. De hecho, conozco varios periodistas que utilizan nuestras plataformas de acceso a datos satelitales. Son tan fáciles de usar que incluso periodistas que no son especialistas en ciencia pueden acceder a ellas. Por ejemplo, sacan imágenes de Valencia tras una inundación, de incendios forestales, de la erupción del volcán de Fuego o incluso del ojo de un huracán en el Golfo de México”.
¿Y cómo ha impactado el programa en América Latina y el Caribe?
“Copernicus ha tenido un impacto enorme por varias razones. Si miramos América Latina y el Caribe tenemos las redes Copernicus, formadas por académicos y embajadores de Copernicus en Europa y fuera de Europa. Actualmente, tenemos 350 embajadores en total: más de 40 en América Latina, seis en Asia y cinco en África.
Esto ha sido posible gracias al soporte de las delegaciones de la Unión Europea y a la excelente cooperación inicial con los países de Sistema de la Integración Centroamericana (Sica) y sus agencias. También se han logrado desarrollos posteriores, como la creación de comités nacionales en varios países. En Colombia hay un comité nacional que reúne a autoridades públicas científicas y operativas, el Ministerio de Ciencia, expertos del medio ambiente, empresas, estudiantes e investigadores.
Este trabajo refleja tanto el esfuerzo realizado como la voluntad de los sudamericanos de colaborar más con Copernicus, al entender sus beneficios. Y hay muchos beneficios, aunque a veces son difíciles de rastrear. Por ejemplo, el Ministerio de Ambiente de Panamá o Rediam en Colombia no necesitan registrarse ni pedir permiso para usar nuestros datos en aplicaciones de vigilancia ambiental, simplemente los usan. Eso significa que a menudo descubrimos nuevos usos de nuestros datos cuando ya están en marcha”.
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¿Podría compartir ejemplos sobre cómo se utilizan los datos de Copernicus en la región?
“Estos incluyen la protección de los bosques tropicales, el monitoreo de la calidad del agua, aplicaciones agropecuarias, vigilancia costera, preservación de la biodiversidad y, por supuesto, la reducción de riesgos de desastres y la gestión de emergencias en tiempo real.
Un ejemplo interesante es el seguimiento de los icebergs en la Antártida durante la noche polar, donde los satélites ópticos no pueden observar nada. Copernicus cuenta con dos satélites radar que pueden operar en la oscuridad, atravesar nubes y detectar fragmentos de banquisa que se desprenden del hielo principal. Estos fragmentos, al derivar, pueden representar un peligro significativo para la navegación, y gracias a Copernicus, es posible monitorearlos de manera efectiva. Este es un ejemplo claro de los beneficios directos que ofrece el programa”.
¿Cómo ha respondido Copernicus ante emergencias en América Latina y otros lugares del mundo?
“Cuando Chile enfrentó incendios catastróficos, particularmente en la región de Valparaíso, y parece que este año están regresando con intensidad, activaron el Mecanismo Europeo de Protección Civil. Este envió bomberos forestales especializados en la lucha contra incendios, pero también puso en marcha el sistema de gestión de emergencias de Copernicus.
Gracias a este sistema, se generaron alrededor de 30 mapas (aunque puedo confirmar cifras precisas si es necesario) que detallaron las zonas afectadas: su extensión, contenido, casas, puentes, ferrocarriles, campos de camping, entre otros. Somos capaces de suministrar mapas preliminares en menos de ocho horas tras recibir las imágenes, mostrando la magnitud del desastre y su impacto. Posteriormente, se generan mapas más detallados que, por ejemplo, indican si una casa ha sido dañada, está posiblemente dañada o permanece intacta.
Además, adquirimos imágenes de satélites comerciales de alta resolución para complementar los datos. Esto permite visualizar detalles, como si una casa está dañada o no, similar a lo que se puede hacer con Google Maps.
Este sistema no solo se usa para incendios, sino también para terremotos, erupciones volcánicas, inundaciones y otros desastres. Su impacto es evidente. De hecho, los estadounidenses, durante el huracán Harvey que afectó Houston y Texas, nos pidieron activar el servicio de emergencias de Copernicus porque no contaban con un sistema equivalente”.
¿Cómo funcionan los sistemas de alerta temprana?
“Estos sistemas permiten predecir, con unos diez días de antelación, eventos como inundaciones. Por ejemplo, podemos identificar una probabilidad muy alta de inundación y estimar el caudal del río Cauca, indicando que alcanzará un débito de 80 metros cúbicos. Este tipo de análisis se basa en eventos de retorno de 100 años, que son aquellos que, en promedio, ocurren una vez cada siglo. Estos servicios son operativos y están diseñados para proporcionar información confiable y oportuna.
Ahora bien, cuando hablo de un sistema operativo, me refiero a algo que un gobierno, empresa o región puede usar como base para tomar decisiones frente a eventos. Esto no es posible con satélites experimentales científicos lanzados por la Nasa o la Agencia Espacial Europea, porque no se sabe cuánto tiempo estarán activos, si tendrán sucesores, o si sus datos son completamente precisos y confiables.
En el caso de Copernicus, si un satélite falla, hay uno de sustitución listo para entrar en operación. Es cierto que puede haber un hueco de dos a cinco meses, como sucedió la última vez, cuando tuvimos que esperar el resultado de una investigación tras un accidente para poder lanzar un reemplazo. Sin embargo, Copernicus es completamente operativo porque la Unión Europea garantiza su financiamiento hasta 2035. Si un satélite deja de funcionar, otro será lanzado para asegurar la continuidad del servicio”.