Con la caída de los servicios de Facebook el pasado lunes 4 de octubre, Mark Zuckerberg, dueño de la compañía, perdió 5.900 millones de dólares, que en pesos colombianos son 22.3 billones. Es decir, solo con el 82 % de esa pérdida se podría construir un nuevo Hidroituango.
La historia no para ahí. Según la revista Forbes, el creador de esta red social, que en la actualidad tiene 3.500 millones de usuarios, salió del top cinco de las personas más ricas del planeta. Fue un lunes negro para el empresario y un ejemplo del gran poder que tienen estas plataformas.
Sin duda, las redes sociales pasaron de las periferias de las vidas de los seres humanos a ser el centro. Son medios que sirven para casi todo: los negocios pueden comercializar a través de Instagram, hablar con los familiares, amigos y compañeros por WhatsApp. En general, las actividades humanas dependen de ellas, por eso antier las comunicaciones y la productividad se vieron afectadas mientras duró la falla técnica, origen de la interrupción del servicio, y que según la compañía fue por un cambio en la configuración de los enrutadores.
Renata Cabrales, profesora de la Universidad Externado de Colombia, dice que al ser gratuitas, fáciles de usar y al desconocer otras alternativas para gestionar proyectos o vender, se convirtieron, de manera forzada y creativa, en herramientas que generan productividad en muchos sectores de la sociedad.
“La consecuencia más natural que se sintió el lunes fue que muchos hablaron más por el teléfono fijo o por el celular con sus familiares, dejaron de estar tanto tiempo en las redes sociales con cero productividad viendo quizás memes o videos, buscándole un espacio a la mente entre tanta cosa. Eso pasó y eso es positivo”.
Otro aspecto que resalta es que los usuarios se liberaron de tanta desinformación que circula en las redes, teniendo en cuenta que también han sido utilizadas para atacar y manipular la información.
“Que dependamos de ellas no es malo, antes tocaba todo por teléfono, pagar larga distancia, hoy las redes sociales nos suplen estas necesidades, el gran lío es cuando dependemos solo de una”, comenta Mauricio Jaramillo, periodista y director de impactotic.co.
Un mundo sin WhatsApp
Si un día la plataforma de mensajería desaparece, ¿qué pasaría? Según el experto, para los usuarios personales “sería algo muy incómodo y un lío por perder conversaciones antiguas, pero los más perjudicados serían los negocios pequeños como las microempresas y emprendimientos que funcionan por esta plataforma”.
Por su parte, la argentina Cecilia Pastorino, especialista en seguridad en Eset, dice que en ese hipotético caso la gente simplemente migraría a otros canales de comunicación como Telegram o Signal, por ejemplo.
“No dependemos de ningún servicio, Internet es una red de muchas redes, servicios y servidores. Si bien WhatsApp es el más utilizado, lo cierto es que hay otras opciones, y está bien explorarlas sobre todo para poder elegir alternativas y escoger la que más se adecue a las necesidades de cada uno”.
Sin ir más lejos, el servicio de mensajería utilizado hace 13 años fue Windows Live Messenger, luego Skype y después WhatsApp. Probablemente en unos años aparezca otra, se popularice y la usen millones de usuarios. La tecnología es dinámica y cambia todo el tiempo.
¿Estar o no estar?
Pastorino señala que a la presencia en redes sociales hay que verle las dos caras de la moneda: permiten la facilidad de las comunicaciones, jugar, estar cerca de otros, sin embargo, el tema de fondo es que no se conviertan en una adicción que más adelante tenga consecuencias. “Muchas de las aplicaciones, específicamente las que son gratis, están pensadas para que las usemos el mayor tiempo posible, para entregar datos a las compañías, esa información se comercializa con anunciantes que pagan por su publicidad”. Es decir, algunas de estas plataformas generan adicción, están pensadas como un negocio (Ver Paréntesis).
Agrega que la tecnología y las redes sociales llegaron y arrasaron, brindan beneficios y la gente se volcó de lleno a las plataformas, eso es un extremo. Ahora, después de la pandemia, se está encontrando el equilibrio y hay una consciencia de que estar conectados tanto tiempo no es bueno, que hay que generar vínculos más allá de Internet.
A eso último que se refiere la experta se le conoce como bienestar digital, lo cual busca generar un equilibrio sano entre el uso y disfrute de la tecnología sin que se vuelva en un problema. Instagram y Facebook, por ejemplo, tienen una función, una especie de alarma para verificar cuánto tiempo se ha pasado utilizando la aplicación, esto permite cuidar la salud y el rendimiento en el trabajo o el estudio.
Manuela Gómez, psicóloga de la IPS CES, dice que las relaciones interpersonales se modificaron con la llegada de los medios digitales por el asunto de la inmediatez y que de alguna manera los círculos sociales están fortalecidos por estas plataformas digitales más que las interacciones reales.
“Hay una idea errónea y es que si uno deja de estar en las redes sociales se va a perder del mundo y la gente lo perderá de vista, pero la reflexión es preguntarse si las abandona con quién realmente se está en contacto, cuáles son realmente los vínculos significativos”.
También explica que una persona que dependa todo el tiempo de estos medios puede presentar ansiedad ante la incertidumbre cuando estas fallan o dejan de prestar el servicio, y quienes tienen niveles altos de adicción pueden experimentar irritabilidad.
Sobre las personas que dependen de estos canales digitales para vender, dice que pueden tener episodios de angustia y ansiedad por no saber cómo le responderán a los clientes. “La suspensión del servicio el lunes fue positiva para algunos, les permitió disfrutar de otro tipo de interacciones que no están necesariamente atravesadas por lo virtual”.
Facebook es una empresa poderosa que brinda varias plataformas en las que se pasa mucho tiempo y se corre el riesgo de depender de ellas. La solución está en cada uno: fijar un tiempo límite de uso, priorizar más momentos con familiares y amigos. Hay que tener en cuenta, además, otras alternativas para cuando ocurra un nuevo apagón.