Cerca de 40 años la dedicó Camila Botero Restrepo a la docencia, la investigación y la ciencia. El barco que la acompañó en ese viaje en la mayor parte de su carrera fue la dirección de la Fundación Alejandro Ángel Escobar, entre 1990 y 2011, entidad privada que desde hace 65 años fomenta la investigación, la ciencia y la solidaridad en Colombia.
Luego de graduarse como licenciada de Bibliotecología en la Universidad de Antioquia (ver recuadro), Botero Restrepo dirigió en Bogotá la biblioteca de la Universidad de los Andes, donde desarrolló su carrera académica. Fue docente en materias de Ciencias Políticas, en las que le gustaba hacer debates de la actualidad colombiana: “Siempre tuvo una visión importante con la academia. Fomentó la investigación y buscó el fortalecimiento del país”, dijo Verónica Hernández Cárdenas, directora ejecutiva de la Fundación Alejandro Ángel Escobar.
Botero Restrepo llegó a la Fundación en los años 80 por su amistad con su tía María Restrepo de Ángel, esposa del empresario y filántropo Alejandro Ángel Escobar, antioqueños, quienes no tuvieron descendencia. Mientras estudiaba en Estados Unidos y en un viaje a Europa, él conoció experiencias como la de la Fundación Nobel y la Fundación Rockefeller en Latinoamérica. Antes de morir, a la edad de 50 años (1953), quiso que se hiciera una fundación en su nombre para apoyar la ciencia y la investigación.
Fue dirigida por María Restrepo de Ángel, hasta su muerte en 1990; la sucedió Camila Botero Restrepo, quien estuvo al frente por 21 años. “Con el ánimo de llevar los premios hacia ese nuevo país que se había gestado en la constitución”, comenta Verónica, uno de los principales legados de Botero fue la creación del Premio de Ciencias en Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible en 1995.
Tres años después, ayudó a fundar el Foro Nacional Ambiental, en el que participó la Universidad de Los Andes, la Fundación Ces y la Fundación Friedrich Ebert Stiftung en Colombia (Fescol).
Verónica recuerda su “gran inteligencia”, clara y franca cuando tenía que decir las cosas. Además, “tenía un agudo sentido del humor, una generosidad incalculable, una inteligencia altísima; su trato con las personas era muy amoroso”, recuerda Verónica, a cargo de la Fundación hace 10 años.
“Una mujer con una energía desbordada, recta, con opiniones muy fuertes y con un gran sentido de humor”, la recuerda Manuel Rodríguez Becerra, amigo de Camila durante casi cinco décadas y miembro del consejo directivo de la Fundación..