El primer barrio borrado del mapa en Medellín, por lo que ahora conocemos como gentrificación, fue El Chumbimbo. Ocurrió hace más de 100 años, según registros del arquitecto e historiador Luis Fernando González. Todo ocurrió en medio de las transformaciones del siglo XIX, cuando la ciudad pasó de ser una pequeña villa a una ciudad de extensos jardines y calles. Parece que hoy en día la situación no es tan diferente. Medellín atraviesa una nueva ola de cambios reflejados especialmente en sectores como El Poblado y en barrios como Santa María de los Ángeles, donde se vive una lucha ciudadana por preservar el patrimonio cultural de este sector.
Medellín actualmente vive una ola de gentrificación y turistificación: según análisis locales, hay incrementos de hasta el 50% en el valor de los arriendos, lo que produce el desplazamiento de vecinos tradicionales a otros sectores.
¿Pero qué son estos fenómenos? La gentrificación es una transformación urbana en la que barrios tradicionales experimentan un incremento en los costos de vida debido a la afluencia de residentes extranjeros; esto obliga a las personas a desplazarse a otros sectores donde quizás su calidad de vida no será igual. La turistificación es un fenómeno similar, pero se enfoca más en cómo el turismo modifica completamente barrios y ciudades para convertirlas en centros de entretenimiento. Los barrios en los que antes había tiendas de barrio, viviendas de ciudadanos locales, parques para pasear a las mascotas, se convirtieron en hostales, tiendas de recuerdo, restaurantes. Además que hay fenómenos sociales que aquí en Medellín son muy conocidos, como la venta de drogas, la prostitución y las fiestas hasta altas horas de la madrugada.
Según el diario El País de España, hay una línea de investigación enfocada en salud y epidemiología urbana que estudia los efectos sobre la salud de los residentes de ciudades como Medellín. Es por eso que ahora psicólogos y otros expertos cuestionan estos fenómenos sociales y económicos junto a los residentes de los barrios, quienes ejercen un papel relevante en la ecuación. Gracias a ellos, todavía quedan algunos indicios del patrimonio.
¿Despedirse del barrio?
Andrés Franco reside hace 15 años entre Santa María de los Ángeles y Lalinde, ambos barrios de El Poblado. Tiene 32 años, es decir que su adolescencia la vivió en este barrio, que cada vez está más amenazado a desaparecer por los constantes cambios. ¿Cómo se siente? Andrés confiesa que es triste ser testigo de cómo, semana tras semana, su barrio se desdibuja poco a poco. “Piensa si a todos tus vecinos de toda la vida los cambian por extranjeros que no tienen sentido de pertenencia y que están aquí solo por unos días en el desafortunado modelo de renta corta que está en auge aquí en la ciudad”, dice.
Para especialistas, ser testigo de cómo el barrio de toda la vida se transforma, o desaparece, no es sencillo de asimilar.
Camilo Botero Suaza, docente de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad de Antioquia, explica que estas transformaciones son una pérdida de identidad. “Ellas generan una ruptura del tejido social del ser humano. Necesitamos sentirnos parte de algo, si no, la seguridad y la confianza del lugar donde vivimos se pierden”.
Piénselo así: las tiendas barriales donde se reunía con sus amigos han dejado de existir. Según Botero Suaza, esto produce un aislamiento entre los mismos ciudadanos.
“Espacios como la tienda de barrio, la peluquería, la barbería, el bar pequeño, todo eso desaparece y todos estos espacios son importantes para la socialización y la construcción de vínculos fuertes. La falta de ellos lleva a la soledad y al aislamiento social”, agrega.
Como habitante de la ciudad y testigo de la gentrificación, Andrés Franco admite que su salud mental se ha visto afectada y enumera los problemas que atraviesa:
1. Problemas de convivencia al generarse fiestas constantes en estos apartamentos hasta altas horas de la madrugada o en cualquier momento del día. Esto tiene un impacto directo en la calidad de nuestro sueño.
2. Los servicios sexuales y expendio de drogas en espacios residenciales, pues demandan un porcentaje de extranjeros que desafortunadamente vienen a Medellín a ejercer turismo de ese tipo.
3. Hay inseguridad, puesto que el modelo de renta corta y vivienda turística permite que haya vecinos nuevos cada semana. No conocen a nadie.
Estos problemas se relacionan con “el consumo salvaje”, según el psicólogo David Correa Riaza. A partir de ahí, los ciudadanos locales pueden desencadenar trastornos como la ansiedad o enfermedades como la depresión. “En Colombia presenciamos el narcoturismo. Algunos extranjeros llegan a consumir drogas y a pagar por encuentros sexuales y aunque se adelantan intervenciones de varias secretarías como la Unidad de Niñez y la de Inclusión Social, todavía quedan retos”.
¿Qué hacer ante la gentrificación?
Camilo Botero Suaza considera que en Medellín se debería promover un turismo “que destaque por su oferta cultural, paisajística y natural, en lugar de centrarse en el entretenimiento y los temas ilegales. La ciudad puede atraer turistas interesados en conocer la resiliencia, el sistema de transporte, la organización social y los espacios culturales”.
Agrega que el gobierno local debe establecer políticas claras sobre el tipo de turismo que quieren promover y regular adecuadamente los espacios de alojamiento para garantizar una convivencia saludable y segura para todos los ciudadanos.
