A raíz de un artículo publicado hace una semana en la revista Nature, medios de todo el mundo publicamos que en el Perú se habían encontrado restos de un ancestro de ballena que sería el animal más grande de todos los tiempos. Sin embargo, con el paso de los días y el análisis más riguroso del estudio, se han conocido nuevos detalles que apuntan a que no se trata del animal más grande sino el más pesado del que se tenga registro.
Algunas vértebras, cuatro costillas y parte del hueso pélvico del animal fueron encontradas en el desierto peruano, donde hace 39 millones de años todo estaba cubierto por mar. Según los recientes hallazgos, cada una de estas vértebras pesan aproximadamente 100 kilogramos y las costillas tienen una longitud de 1,4 metros. El animal, bautizado como ‘Perucetus colossus’ —Peru, de Perú, Cetus, de ballena y Colossus de enorme— podría pesar, según estimaciones científicas, desde 80 toneladas como mínimo hasta 340 toneladas como máximo, eso es hasta tres veces más de lo que pesa normalmente una Ballena Azul, el animal más grande conocido hasta antes de que se supiera del gigante peruano.
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“Aunque el esqueleto de Perucetus no está completo, estimaciones rigurosas basadas en la medición de huesos preservados, así como en comparaciones con una amplia base de datos de organismos vivos y fósiles —explica en un comunicado Giovanni Bianucci, de la Universidad de Pisa y miembro del equipo investigador— indican que la masa del esqueleto de Perucetus era de unas 5-8 toneladas: al menos el doble de la masa esquelética del animal vivo más grande, la ballena azul”.
Pero gracias a esos pocos huesos encontrados no solo se han podido hacer estimaciones sobre el peso y la fisiología del animal sino también sobre su comportamiento. Los paleontólogos estiman que este ejemplar de P. colossus vivió y murió hace entre 39,8 y 37,8 millones de años. Pertenecería a la familia de los basilosáuridos, los primeros cetáceos exclusivamente marinos, mamíferos que cambiaron la tierra por el mar hace unos 50 millones de años.
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Eli Amson, uno de los autores del estudio, explica que es posible que el gran peso de estos animales afectara su flotabilidad, por lo que debían habitar aguas poco profundas, a diferencia de las grandes ballenas actuales que viven en mar abierto. Sobre la dieta del animal aún no se sabe mucho, pues los restos de su cabeza no han sido encontrado. Sin embargo, los científicos creen que podría ser un carroñero que comía lo que caía al fondo del mar.
Mario Urbina, del Museo de Historia Natural de Lima fue quien encontró la primera vértebra fosilizada del animal cerca del oasis de Samaca, en el desierto de Ica. Ahora Urbina y sus compañeros peruanos lanzaron una campaña de recolección de fondos para poder continuar con las investigaciones sobre el Perucetus colossus.