Cuando una persona fallece, ¿de verdad desaparece y se pierde todo rastro suyo en la vida? ¿Qué queda en este mundo además del recuerdo? ¿Existe la eternidad terrenal?
Hoy, poco más de 515 años después de la muerte de Cristóbal Colón, científicos de todo el mundo investigan sus restos y los de algunos de sus familiares para develar un misterio que ha acompañado a la historia: su verdadero origen.
Pero, ¿cómo después de tantos años de fallecido, es posible hacer esto y saber dónde nació? La clave está en el ADN, una molécula fundamental que lleva, como un libro de instrucciones, toda la información sobre cualquier organismo vivo, incluyendo los seres humanos y su funcionamiento.
El ácido desoxirribonucleico, conocido sobre todo por sus siglas ADN, tiene algo similar a un caparazón que lo encapsula, lo protege y permite que, incluso después de la muerte, en algunas partes del cuerpo se conserve y sobreviva a ambientes extremos.
Esto quiere decir que décadas después de que usted muera, incluso de que sus hijos y nietos lo hagan, toda su información puede aún estar disponible, como guardada en un libro, y trascenderlo.
Pero no todo es color de rosas. Estudiar el pasado será siempre un reto, sobre todo porque los que lo estudian hoy no estuvieron en él y habrá cosas que seguirán siendo una incógnita.
El ADN, por ejemplo, aunque se puede conservar, es susceptible a daños y contaminación y, sobre todo, las piezas en las que están contenidas, como huesos, dientes o cabello, pueden perderse y, con ellas, todos los secretos.
Por eso la tecnología ha entrado a jugar un papel fundamental. Sus desarrollos permiten que cada vez sea más fácil y menos riesgoso analizar muestras y entender, poco a poco, qué es la vida. El ADN, por su parte, es como una cajita misteriosa llena de oportunidades, pero también de retos.
Más de un ejemplo
El estudio genético de Colón inició en 2003, hace 18 años, en la Universidad de Granada, en España, liderado por el científico José Antonio Lorente.
El trabajo consiste en tomar restos del propio Colón, de su hermano Diego y de su hijo Hernando para ser estudiados y para determinar si lo que historiadores y antropólogos creen es verdad: si realmente nació en Génova, Italia, o si es español, polaco o hasta portugués.
Sin embargo, en 2005 el estudio tuvo que parar por inconvenientes: “El primero es que por el estado de degradación, estábamos gastando mucho hueso y obteniendo pocos resultados. Lo otro fue que la Catedral de Sevilla nos dejó tomar solamente un número muy limitado de huesos de los restos que tienen”, dijo Lorente previamente a EL COLOMBIANO.
Las muestras, con más de 500 años de antigüedad, estuvieron por mucho expuestas a factores externos que las afectaron y, por lo tanto, no estaban respondiendo bien a las técnicas de estudio. Estas, “al ser de interés histórico y valor incalculable, no se pueden perder, por lo que se decidió parar hasta que hubiera mejor tecnología”, explicó el también investigador del proyecto y estudiante de doctorado colombiano Yecith David Puerto Parra.
Reconoce que no es seguro, pero que lo que se espera es poder utilizar el material biológico restante, que también puede ser limitante. “El doctor Lorente, por eso, ha reiterado que la investigación dependerá de las mismas muestras y que los resultados serán solo una herramienta más en el proceso investigativo de los historiadores”.
Hasta ahora, los científicos de España han establecido como fecha para dar a conocer los resultados a la comunidad el 12 de octubre de este año, “fecha que coincide con el descubrimiento de América, siempre y cuando se convaliden los resultados con otros laboratorios para dar información verídica”.
Esto porque, paralelamente, científicos de la Universidad de Florencia, en Italia, y de la Universidad del Norte de Texas, en Estados Unidos, están utilizando de forma independiente otras muestras para llevar procesos similares y, posteriormente, comparar los resultados y saber dónde nació Colón.
Pero este no es el único estudio forense del ADN. El miércoles de la semana pasada, la revista Nature publicó un hallazgo de científicos en Siberia, de la Universidad de Wollongong, en Australia.
Se trató de un ADN extraído de más de 700 muestras de sedimentos de la cueva Denísova, ya conocida por hallazgos previos de los denisovanos (forma extinta del género Homo). En estas moléculas lograron rastrear 300.000 años de presencia de homínidos y animales en lo que denominaron “el análisis más grande jamás realizado de ADN de sedimentos en un solo sitio de excavación”.
Allí lograron también encontrar restos de neandertales y el hueso de un niño con madre neandertal y padre denisovano, lo que podría demostrar que ambos grupos compartieron la misma región.
De acuerdo con Gonzalo Vásquez Palacio, docente de Genética Médica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia, es así como se conocen las especies: “A partir de restos que se han encontrado en África y en otras partes, de primates, neardentales, y todos estos individuos prehistóricos, se utiliza hoy día los restos óseos o dientes, que son estructuras que pueden permanecer a través del tiempo y no se deterioran, y de ahí se extrae ese ADN fósil”.
Con base en él, agrega, se puede hacer todo un estudio filogenético de las especies y entender la evolución humana, su procedencia, las mutaciones y las estructuras genéticas.
El ADN y una caja de secretos delicada
Ya se sabe, como explica Vásquez, que el ADN es la base fundamental de la conservación de las características de una especie y que está contenido en las células. “Una célula viva es el componente esencial de todos los organismos vivos que existen en la tierra, desde los microorganismos hasta los mamíferos”. Estas conforman, reunidas en millones, los órganos y son capaces de reproducirse en procesos de mitosis (divisiones celulares para regeneración de tejidos, por ejemplo), o meiosis (como en el caso de espermatozoides y oogonias u ovarios).
La molécula del ADN se encuentra en dos sitios de la célula: el núcleo (donde se conoce como ADN nuclear), y las mitocondrias.
Juan Esteban Gómez Martínez, magíster en biotecnología y nutricionista animal, agrega “este ADN es el manual de instrucciones que indica cómo vamos a ser, cuáles serán nuestras funciones y demás”. Así, contiene datos sobre el color de los ojos, la estatura, el tipo de cabello y todas las características genotípicas (estructura interna de cada persona) y fenotípicas (físicas)”, continúa Vásquez.
Dada su importancia y la sabiduría de la naturaleza, está muy protegido. “Son resistentes a casi todo. Está enrollado, empaquetado, y logra mantener, como tal, gran parte de su estructura, que es enorme. Tanto que, si se desenrolla, lograría dar varias vueltas al mundo”, dice Gómez.
Este caparazón que lo protege resulta fundamental, sobre todo para los estudios post mortem. “Cuando morimos, ese ADN se conserva encapsulado. Muchos tejidos en los que se encuentra, como los órganos, se degradan con el tiempo y al final se pierde esa información genética. Sin embargo, otros como el cabello, los huesos o los dientes son resistentes a microorganismos o enzimas exonucleasas y allí el ADN genera compresión, se encuentra protegido y logra sobrellevar altas temperaturas y otras condiciones extremas”.
Su estudio, aunque revela mucha información, es un reto. No solo cuando se trata de ADN de personas u animales que fallecieron hace años, sino que suele depender de la muestra, el lugar donde se encuentra, ya que, como explica Vásquez, la técnica en sí de lectura no varía entre vivos o muertos, sino que depende de la disponibilidad y el estado de las muestras o esas partes del cuerpo. “Si la persona está viva y tengo familiares es más fácil en casos de pruebas de paternidad, reconstrucción genealógica o mapas completos de ancestría”, dice.
Puerto Parra explica que esta es una de las ventajas de este trabajo de Colón: “Al doctor Lorente le permitieron exhumar los restos que había en Sevilla pero no solo los de Colón, sino los de su hijo Diego y su hermano Hernando”, por lo que esta información obtenida de estas tres personas podría compararse y permitir establecer el grupo familiar.
Y es que no es lo mismo realizar el estudio a partir de sangre, que es la más utilizada por ser de obtención fácil, rápida y en cantidades suficientes, o en la saliva, fluidos corporales y demás, que hacerlo en unos cuantos huesos antiguos.
“Se puede extraer de dientes, cabello con raíz, huesos, uñas, sudor y otros fluidos, las células epiteliales de las mujeres y demás. Son amplias las posibilidades, pero la elección del lugar de extracción dependerá de la facilidad de extraer la muestra”, continúa Puerto.
En los casos históricos se usan con frecuencia los huesos, pero se espera lograr obtener dientes, que es “donde se logra preservar mejor el ADN por la misma estructura del diente que es compacta, dura, formada por iones de calcio que protegen esa molécula, manteniéndola casi intacta. En cambio, los huesos se van desgastando, desintegrando con el tiempo”, agrega.
Al final, todo dependerá del estado de conservación de las muestras cuando se trata de estudios forenses y de genética, pero esto cambia en el caso de criminalística, por ejemplo, donde ya no dependerá de la conservación sino de la disponibilidad de la evidencia encontrada: “Por eso allí, en la escena del crimen, es importante la adecuada recolección y abordaje del lugar, manteniendo las medidas de bioseguridad, para no contaminar el ADN del criminal con el propio”.
No degradar o perder las muestras
El material genético requiere de cuidados especiales, es delicado. Resulta ser esa posibilidad de conocer lo que se es, lo que se fue o, incluso, lo que se podrá llegar a ser y, por lo tanto, debe protegerse de los factores externos que lo pueden degradar o alterar. En los cuerpos enterrados e inhumados, la degradación bacteriana del suelo suele ser una de las principales preocupaciones: “Estos están expuestos a la microbiota que se encuentra en el suelo: bacterias, hongos y demás, que van degradando lentamente el cuerpo y por consiguiente las células donde se encuentra el material genético”, dice Puerto. Si las muestras están expuestas a radiación, incendios, altas temperaturas o al formol, también pueden perder por completo su información en ADN, “por eso se solicita que cuando se recojan muestras en el lugar de los hechos de tipo biológico, líquidas o blandas, siempre vayan a la nevera a enfriar, para que allí se preserven, y sin aplicar ningún tipo de conservante”, añade. Según Gómez, se debe evitar exponer las muestras en sitios en donde puedan acceder diferentes microorganismos y que los laboratorios donde se desarrollan los estudios deben ser aún más cuidadosos para evitar todo tipo de contaminación, por lo que se siguen protocolos rigurosos.
Finalmente, Puerto acepta que no en todos los casos es posible obtener muestras de ADN en buen estado, por lo que no siempre es posible realizar estudios de ADN, pero que “últimamente hay investigaciones de microbiología forense que determinan también, a partir del conjunto de bacterias o microorganismos del cuerpo de la persona, cuál es su huella”. Así, además de nuevas tecnologías para analizar esta molécula de información genética, también hay otras formas de encontrar perfiles o huellas de información de las especies que están siendo exploradas.