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Mañana se cumplen 30 años de la llegada de César Gaviria a la Presidencia de Colombia. Ha pasado el tiempo de lo que cronológicamente se considera una generación, y vale la pena que, así sea grosso modo, se haga un repaso a lo que significó ese cambio que trajo hondas consecuencias en lo político, lo económico y lo social.
Gaviria llegó a la Presidencia luego de una campaña electoral teñida por la violencia, comenzando por el asesinato del candidato del cual el propio Gaviria era jefe de debate: Luis Carlos Galán, abatido por la mafia en agosto de 1989. Cuando Gaviria ganó las elecciones en mayo de 1990 y asumió el poder, terminaba ya su ciclo en la política colombiana una generación nacida en el primer tercio del siglo XX, que había vivido la Violencia política y había gobernado con el Frente Nacional.
En agosto de 1990 hubo un verdadero cambio generacional. El presidente saliente, Virgilio Barco, había eliminado la doctrina frentenacionalista y gobernó exclusivamente con el partido que lo llevó al poder, el liberal. En su gobierno ya habían tenido juego algunos de los jóvenes que en el mandato de Gaviria tendrían un mayor protagonismo desde los máximos cargos del Ejecutivo. Gaviria tenía 43 años al asumir la Presidencia. Quienes llegaron con él tenían similar o menor edad. El llamado “kínder” tuvo visible papel.
No más iniciar la administración, el Gobierno de Gaviria conectó con un incipiente movimiento que promovía la convocatoria a una asamblea constituyente, la cual terminó haciéndose. En ese cuatrienio cambiaría la Constitución y se aprobarían reformas como la pensional y de salud, la de la estructura del Estado, la del sistema salarial de la rama judicial, la ambiental con la creación del Ministerio del Medio Ambiente.
Promulgada la Constitución, en ella se incorporó un capítulo entero de normas transitorias donde se delegaba en el presidente la reglamentación de múltiples temas. Como Jefe de Estado, Gaviria tuvo enormes facultades extraordinarias de rango constitucional. Le cabe el mérito de haberse ceñido a los límites de lo delegado, pues habría podido aumentar de forma exponencial los poderes del Ejecutivo.
También en lo económico se hicieron sentir los vientos modernizadores de lo que en su momento se llamó “un nuevo espíritu liberal”. Ese gobierno hizo reformas profundas para modernizar la economía. El propósito era disminuir el papel del Estado y estimular el desarrollo exportador hacia afuera, con el diagnóstico del agotamiento del modelo basado en el mercado interno, después de una década de bajo crecimiento. Unas ideas que representaban un replanteamiento a fondo de muchas políticas y que comprometían a muchas entidades.
En un primer momento las reformas económicas se concentraron en la apertura económica que había iniciado en el gobierno anterior y fue acelerada por el nuevo equipo económico haciendo la reducción arancelaria de una vez por todas. Fue también el momento de impulsar la integración comercial de Colombia.
Muchas de las reformas y las entidades que se crearon en ese momento están vigentes, lo que muestra la visión a largo plazo con la que fueron diseñadas. Permitieron que Colombia entrara en la avenida de la globalización.
Al finalizar el gobierno, se habían establecido las nuevas bases para el buen funcionamiento de la economía colombiana en el mundo contemporáneo. Un resultado que se aprovechó, sin duda, del ambiente reformador de la época. Aunque lo cierto es que no todo se hizo en ambiente de consenso, pues no fueron pocas ni débiles las corrientes de oposición, por cuanto los cambios tocaban muchos sectores y activaban resistencia.
Problemas enfrentados en esa época subsisten hoy (carteles de narcotráfico, guerrilla, bandas criminales, corrupción política, desigualdad social), pero no cabe duda de que agosto de 1990 representó el ingreso de una nueva generación a la que le caben también reconocimientos por la decisión que tuvieron de dar varios saltos hacia adelante.