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Qué trae Trump 2

EE.UU. y el mundo se preguntan qué trae Trump en su segunda temporada. Hay quienes creen que viene una era de populismo amoral y autoritario. Otros lo ven como un salvador.

07 de noviembre de 2024
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  • Qué trae Trump 2

La victoria de Donald Trump es inapelable e histórica. Trump consiguió dos grandes hitos en estas elecciones: por un lado, lo que ningún expresidente había conseguido en 140 años, y es regresar a la presidencia. Y por el otro, llegar a la Casa Blanca como el único mandatario que ha sido hallado culpable de actos ilícitos en un juicio penal.

Superar esas dos adversidades muestran el tamaño de su proeza electoral y sobre todo indicaría que además regresa a la oficina oval con más poder que nunca. Solo se necesitaron unas pocas horas de recuento en seis de los llamados estados bisagra para confirmar su triunfo. Los republicanos aseguraron el control del Senado y van camino de mantener la mayoría en la Cámara de Representantes, con lo cual Trump podrá impulsar su agenda y nombrar jueces en la poderosa Corte Suprema con todo lo que ello implica.

Por momentos no se sabe si fue una rotunda victoria de Trump o más bien una sonora derrota de los demócratas que no lograron poner a competir un candidato o candidata que conectara mejor con la gente. Sin duda, personajes más potentes como Michelle Obama, que no estaba en las cuentas, le habrían hecho el camino más difícil a Trump.

Así entonces, Estados Unidos y el mundo en general se preguntan hoy qué se puede esperar de Trump en su segunda temporada. Hay quienes creen que viene una era de populismo amoral y autoritario. Otros lo ven como una suerte de salvador que va a imponer la mano dura que necesitan para poner orden a la crisis de migrantes.

Así como en América Latina hemos visto un populismo de izquierda, Trump es una versión del populismo ultraconservador, que también se consolida. Populismos estos producto de la nueva “cultura política” que han creado las redes sociales que privilegian la polarización y los extremos.

Más allá de lo que cualquiera pronostique, lo cierto es que Trump 2 es una incógnita. No se sabe hasta qué punto las nuevas circunstancias del mundo cambien su gestión. El temor profundo está en que como ocurrió en su primer gobierno recurra a métodos por fuera de la democracia, como la toma del Capitolio, para imponer sus ideas y sus deseos.

En Estados Unidos algunos hablan de que se dio algo así como una revolución del mundo rural contra las élites urbanas y globalistas, expresión que no acaba de caer bien en algunos sectores porque insinúa una suerte de división, con un dejo de arrogancia, entre ‘bienpensantes’ y la gente del común.

Lo cierto es que sí hay un regreso a líneas más conservadoras, porque el ciudadano siente que se ha ido demasiado lejos con el asunto cultural woke. Trump le ha ofrecido seguridad al pobre y al que tiene miedo a que una inmigración masiva y descontrolada acabe con lo que le queda, convenciendo incluso a aquellos que fueron inmigrantes hace muy poco. Muy significativo es el dato de que los hispanos redujeron su apoyo a los demócratas en un 12% respecto a las elecciones anteriores, según encuestas de NBC News.

Trump consiguió uno de cada tres votos entre el grupo llamado de color (negros, latinos y asiáticos) e inclusive mejoró sus resultados del 2020 en todos los estados, aun en los que votan mayoritariamente demócrata como Nueva York.

Y no es nada despreciable el impacto que pudo haber tenido su posición frente al aborto en un país tan tradicional, familiar y religioso como es Estados Unidos.

Los estadounidenses le dan mucha importancia a la fuerza física y económica, y quieren un presidente que los proteja y los haga ricos. Trump supo leer esto y por eso consiguió el voto popular con una diferencia de más de 5 millones de votantes. Estos aceptan su autoritarismo porque él ha prometido devolverles la seguridad física y económica que creían perdida, aunque la criminalidad haya bajado, la inflación esté en el 2%, los salarios suban y el empleo sea casi pleno. A pesar de esta realidad que ofrecen los datos, tres de cada cuatro estadounidenses cree que el país va directo al acabose. Como bien dicen los analistas, la realidad nunca ha sido tan irrelevante como ahora cuando solo cuenta la percepción.

Los electores de Trump le han dado un voto práctico para que el gobierno baje los impuestos y les quede más plata a fin de mes, aunque por el camino se pierdan presupuestos esenciales para la educación, la salud y la vivienda. Esta nueva era trumpista reivindica el individualismo y hace a un lado el bien común, para recalcar, como siempre se ha creído en esas tierras, que el Estado es el enemigo.

Sus votantes están dispuestos a perdonarle delitos penales y civiles, así como un intento de golpe de Estado. Conceptos como democracia y Estado de derecho no rondan por sus cabezas. O tal vez confían, o dan por sentada, la fortaleza de las instituciones de Estados Unidos.

Trump también podría traer soluciones inesperadas. ¿Quién quita que con su diálogo directo con los líderes de las potencias pueda mitigar guerras? ¿Ucrania-Rusia? ¿Israel-Irán? ¿Qué pasará con China?

Llega a dirigir Estados Unidos un Trump con todos sus defectos, pero también con mayor experiencia a cuestas. Además no estará en campaña para la reelección y eso también cambia las cosas.

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