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¿Qué pasó con la primera dama?

Pero más allá del debate jurídico de si la representación de Alcocer es válida hoy o no, tal vez lo más interesante sería saber qué pasó con las cuotas de poder que tenía en el gobierno

23 de marzo de 2025
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  • ¿Qué pasó con la primera dama?

El único caso que se conoce recientemente de un presidente en ejercicio que se haya separado de su esposa es el de Nicolás Sarkozy, quien anunció su divorcio apenas cinco meses después de haber asumido como Presidente de Francia (se casó cuatro meses después con Carla Bruni).

Por eso resulta novedoso lo que está ocurriendo en Colombia. Si bien la Presidencia de la República no ha anunciado divorcio alguno, el rompimiento del presidente Gustavo Petro con su esposa Verónica Alcocer es una realidad, según voces del petrismo.

Ella no ha vuelto a aparecer con el Presidente, de quién se habría alejado definitivamente tras la aparición de un video de Petro cogido de la mano de una mujer en Panamá, el 2 de julio pasado. Según conocedores de los intríngulis del poder en la Casa de Nariño, ese video y esas fotos habrían sido producidas adrede por el mandatario para sacudirse de alguna presión o chantaje por parte de Verónica Alcocer.

En Colombia no solemos prestarle atención a los temas de la intimidad de los mandatarios, y eso está bien. Pero una cosa es respetar la intimidad y otra distinta es poder preguntar en calidad de qué o en representación de quién sigue actuando Verónica Alcocer utilizando el paraguas de nuestro país. Sería ciertamente transparente que se informe sobre los costos en los que eventualmente incurre el Estado para pagar fotógrafos, viajes o asistentes de Alcocer, y bajo qué rubro se oficializan.

Es cierto que no existe un marco legal claro que regule sus funciones, lo que genera ambigüedad sobre su papel y sus límites. Y hay menos claridad sobre cómo proceder cuando se produce una ruptura de este orden. Sería un buen análisis para los especialistas de derecho administrativo.

Verónica Alcocer sin duda rompió el molde de las primeras damas. La hemos visto firmando acuerdos a nombre de Colombia con el embajador chino o en Dubai o con el Papa Copto en Alejandría, por mencionar sólo sus más recientes apariciones. También registra en sus redes sociales fotografías con personas desvalidas, en las que parece emular las imágenes que hicieron famosa a Lady Di. Sus apariciones públicas incluyen también bailes de carnaval y atuendos que algunos tildan de extravagantes.

Pero más allá del debate jurídico de si la representación de Alcocer es válida hoy o no, tal vez lo más interesante sería saber qué pasó con las cuotas de poder que tenía Alcocer en el gobierno. Porque en eso sí se diferenció de las primeras damas que la antecedieron: reclamó una gran tajada de burocracia para sí misma. Recién comenzó Petro puso a amigos suyos en altos cargos del Estado: a Concha Baracaldo como directora del ICBF, a Jorge Zorro como viceministro y después ministro de Cultura, a pesar de que no cumplía requisitos; a la española Eva Ferrer en la Consejería para la Reconciliación Nacional; a la embajadora de Colombia en Italia, Ligia Margarita Quessep; a Carmen Caballero, en la presidencia de Procolombia; a Hernando Chica, en la presidencia del Banco Agrario, y a Adriana Mejía al frente de Artesanías de Colombia, entre otros.

Además, su aliada más importante era Laura Sarabia en el corazón de la Casa de Nariño. Por eso no es extraño que cuando Petro y Alcocer parten cobijas, Sarabia es una de las principales sacrificadas. Si es que se le puede llamar sacrificio que la saquen del corazón del poder para ponerla en la Cancillería.

Verónica se convirtió también en el engranaje que ayudó a consolidar a varios de los más cuestionados contratistas y personajes que se han acercado a Petro, como los catalanes, Xavier Vendrell y Manuel Grau, Orlando Cabeza, Danilo Romero y hasta Daniel Quintero. En este frente nada parece haber cambiado con la ruptura.

El cargo de “primera dama” parece estar mandado a recoger. La idea de que una mujer debe acompañar y apoyar al líder político solo por ser su esposa y además de eso no le pagan por su trabajo no deja de ser anacrónica. Aún más en tiempos como estos en los que a lo largo y ancho del mundo se eligen mujeres para llevar los destinos de una ciudad o un país y sus consortes “caballeros” no asumen las mismas responsabilidades que suelen ejercer las “damas”.

Sin embargo, eso no implica que en una Colombia con tantas necesidades no debamos aplaudir el inteligente y generoso aporte de tantas “primeras damas” que se han echado al hombro programas claves y que han dejado una huella importante en el país. Como Nydia Quintero, que creó la fundación Solidaridad por Colombia, para ayudar a personas de escasos recursos; o Carolina Isakson que promovió el innovador esquema de Madres Comunitarias; o Ana Milena Muñoz con el extraordinario programa de Batuta; o Lina Moreno que lideró programas para prevenir embarazos adolescentes, o María Clemencia Rodríguez que impulsó el programa de apoyo a la primera infancia De Cero a Siempre.

Ahora el cargo de primera dama en este gobierno se está esfumando o se esfumó. Lo que deberíamos tener todos claro es si Verónica Alcocer sigue cumpliendo funciones oficiales o no.

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