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Las cifras de pobreza que divulgó el Dane hace unas semanas revelaron la cruda realidad que deja la pandemia, con un crecimiento de la pobreza en todo el país de 6,8 p.p. en un año (de 35,7 % a 42,5 %). No todo era tan malo, ya que la pobreza rural, según la misma fuente, pasó de un 47,5 % a 42,9 % de la población del campo. Los antiguos pobres rurales, por su parte, pasaron a ser vulnerables, la franja anterior a la clase media.
Llama la atención esa estadística en medio de la recesión provocada por la pandemia, tanto que el director de Fedesarrollo expresó su inquietud en una columna de opinión ¿cómo entender la caída de la pobreza si los ingresos laborales se redujeron? La explicación se encuentra, inesperadamente, en que la línea de pobreza, que refleja el ingreso mínimo para que el hogar no sea considerado pobre, pasó de $210.969 en 2019 a $199.828 en 2020, una caída del 5,3 %. Si se reduce la línea de pobreza, por construcción, cae el número de hogares pobres.
En contadas ocasiones, las estadísticas del Dane son controvertidas. Existen mecanismos institucionales de acuerdo con las buenas prácticas de producción de estadísticas para dar las explicaciones que se requieran. En este caso, el Comité de Expertos de Pobreza, que sigue el proceso de producción de esas estadísticas, dio sus explicaciones en un comunicado de prensa. Afirmó, en primer lugar, que cayeron los ingresos de los más pobres rurales, pero también aumentaron las ayudas y subsidios del Gobierno. Frente a la discusión sobre la línea de pobreza, los expertos aclaran que hay cambios metodológicos importantes en esos cálculos.
En 2020 se incluyeron los resultados de la Encuesta Nacional de Presupuesto de los Hogares (ENPH) 2016-2017, una mejora metodológica para construir las líneas de pobreza, basadas en información actualizada sobre los patrones de consumo de los hogares colombianos. De otra parte, desde 2019, las fuentes de información de los precios que se siguen en la zona rural son Puerto Carreño, Mitú, San José del Guaviare, Puerto Inírida y Leticia. El comportamiento de los precios en esas cinco ciudades sirve como deflactor para evolucionar las líneas de pobreza en el área rural. Esos cambios metodológicos, según el Comité, se hacen con el propósito de mejorar la calidad de las estadísticas, y son las razones técnicas de la reducción de la línea de pobreza.
La explicación de los expertos es clara y sustentada, pero motiva una reflexión. Si los cambios metodológicos son tan determinantes ¿es posible comparar las cifras de pobreza en la zona rural en 2020 con las de los años precedentes? ¿Se puede llegar a la conclusión de su reducción si los datos no son comparables? Es ahí donde está la dificultad para examinar la evolución de la pobreza. No solo de la rural, sino también de la total que se ve afectada por el cálculo.
Si, como parece ser, la comparación directa no se puede hacer, lo más conveniente, por transparencia, es que el mismo Dane produzca datos que lo permitan. Para contar con buenas políticas públicas, sobre todo para atacar la pobreza, se requiere la mejor información posible. Si bien es cierto las mejoras metodológicas son indispensables, no se puede perder, por esa razón, la historia de una estadística sin afectar su adecuada interpretación y eso siempre hay que preverlo cuando se hacen los cambios
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