Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6
Petro se aferra a la narrativa de golpe de Estado como si fuera el salvavidas para sacudirse él, y sacudir al país, de la profunda frustración de su gobierno.
Cuando el Consejo Nacional Electoral anunció este martes que le abría pliego de cargos a la campaña de Gustavo Petro, por volarse los topes de financiación, el presidente, automáticamente, lanzó su grito de batalla favorito: “golpe de Estado”. Tal y como todo el país lo esperaba.
Uno de los “golpes de Estado” más anunciados en la historia de la humanidad. Y el único “golpe de Estado” en el que el resultado no es que al Presidente lo tumban de su cargo y asume un grupo contrario el poder, sino que por el contrario el mandatario aprovecha para atornillarse. No estaría demás, que la Real Academia Española tome nota de esta nueva acepción de la expresión.
Los comentarios en la red social X no se hicieron esperar. “Llevábamos como tres semanas sin golpes de Estado”, dijo uno, haciendo referencia a la cantidad de veces que en los últimos meses el presidente Petro se había quejado de ser víctima de un golpe de Estado. Y otro más, anotó: “A Gustavo Petro le han dado hasta el momento ocho golpes de estado, acumulando así un aterrador promedio de un golpe cada año y 7 meses”, y publicó todos los mensajes en los que Petro, desde 2013, ha denunciado “golpe de Estado”.
Más allá de los chistes y las chanzas, hay que decir que Petro tiene bastante claro que nadie le está dando un golpe de Estado. El Consejo Nacional Electoral está investigando su campaña como lo ordena la ley, y como lo han ratificado la Corte Constitucional y el Consejo de Estado.
La irregularidad en la que habría incurrido la campaña de Petro no es menor. La investigación juiciosa que ha hecho el CNE ha demostrado, con pruebas de todo tipo, que la campaña de Gustavo Petro se habría volado los topes al menos en 5.000 millones de pesos.
Y la ley pone un tope de financiación para evitar la inequidad entre los candidatos a cargos de elección popular –no es lo mismo hacer una campaña con 100 mil millones de pesos que una campaña con 5 mil millones de pesos– o evitar algo peor, que la democracia le dé ventajas a los que más poder adquisitivo tienen. Si no se ponen topes, cualquiera que tenga capacidad de acceder a muchos recursos, bien o mal habidos, tendría ventaja sobre los demás.
¿Y con eso van a tumbar al presidente Petro? No. El proceso en el CNE, en el peor de los casos para la campaña de Petro, dirá que la campaña se voló los topes. Y le impondrá una multa que será un porcentaje de la plata que el Estado le dio a su campaña, ya sea por financiación de partidos o por reposición de votos. Para dar una idea: por el último rubro, el Estado le dio a la campaña de Petro, 24.000 millones de pesos por los votos que sacó en la primera vuelta, y 56.000 millones por los votos que sacó en la segunda vuelta.
¿Una multa a una campaña es un golpe de Estado? ¿Decirle que devuelva parte de la plata que le dieron por reposición de votos porque no jugó limpio es un golpe de Estado? Por supuesto que no. Es altamente probable que Gustavo Petro, en lo profundo de su ser, tampoco lo crea.
Petro seguro tiene claro que su campaña violó la ley y que el CNE está haciendo la tarea que la Constitución le manda. Es más, Gustavo Petro debe saber también que esta investigación administrativa del Consejo Electoral no puede llegar nunca al punto de destituirlo.
Pero el Presidente parece ver en cada problema suyo la oportunidad de construir una narrativa de héroe sobre sí mismo que le pueda salvar la mala gestión de su gobierno. Cree definitivamente que blandiendo el eslogan del “golpe de Estado”, convocando a la movilización, puede salvar su propio relato para la historia.
No han sido pocas las voces que decepcionadas sugieren que el CNE le dio al presidente una excusa para desplegar su táctica favorita de victimizarse. Y puede que eso sea cierto. Pero los operadores del Estado no pueden hacer cálculos, la ley es la ley y hay que aplicarla. Ya puede ser hora de que el país le pierda el miedo a la amenaza constante de Gustavo Petro de sacar la gente a las calles. En los poco más de dos años que lleva en el poder, en realidad se ha visto que cada vez se le hace más difícil provocar la indignación generalizada.
Petro se aferra a la narrativa de golpe de Estado como si fuera el salvavidas para sacudirse él, y sacudir al país, de la profunda frustración de su gobierno. Sin embargo, lo que no calcula, es que tal vez esta vez la mayoría en el país no se coma el cuento del ‘golpe de Estado’ y solo tal vez salgan a las calles grupos identificados que orbitan en su cada vez más reducido universo.