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Tan fácil que era criticar y tan difícil que ha resultado gobernar.
La caída a menos 0,3% de la economía en el tercer trimestre del año, una cifra que sorprendió a todo el mundo, empezando por el gobierno, hizo reaccionar al presidente Gustavo Petro, pero no con anuncios de reactivación como todos podríamos esperar, sino con mensajes que crearon más incertidumbre.
En lugar de tomar medidas para impulsar los sectores que se están desplomando como construcción, comercio e industria, el mandatario más bien decidió anunciar que debía revisarse la regla fiscal, que permite mantener a raya los gastos y la deuda; y en últimas mantiene sanas las finanzas del país.
La lógica de Petro es la siguiente: como la inversión privada está bajando la solución es aumentar la inversión pública, y como la regla fiscal se lo impide porque no alcanza la plata que tenemos, entonces acabemos o modifiquemos esa regla. El anuncio, que tuvo el respaldo del ministro de Hacienda, Ricardo Bonilla, llevó a que el precio del dólar se disparara más de 100 pesos en un solo día.
Lo que Petro no dice es qué hay detrás del desplome de la inversión privada y del freno de los principales motores económicos. Si bien gran responsabilidad recae en las altas tasas de interés, y por eso él le reclama al Banco de la República que las baje, también es cierto que pesa mucho la incertidumbre sobre el manejo del sector productivo, los bandazos, las medidas populistas y los subsidios sin respaldo fiscal.
No hay que ser un genio para descuadernar la economía de un país. Por el contrario. Además de la incertidumbre y falta de liderazgo, basta con atacar el sector privado, ser agresivo con los empresarios, tratarlos de esclavistas, neoliberales y ponerles trabas que les impidan generar empleo y riqueza.
También basta con frenar el desarrollo de los sectores que más divisas generan, como el minero energético. O poner a gente inexperta y llenar de burocracia las entidades estatales, anunciar obras faraónicas irrealizables, dividir, en lugar de unir. Así como sacar adelante reformas impopulares que serán un retroceso para sectores como la salud y dejar a sus anchas a los grupos al margen de la ley para que hagan de las suyas en los territorios olvidados.
Tal vez estamos siendo testigos de cómo se acaba con años de manejo económico ortodoxo por ciertas terquedades ideológicas y con la excusa de que todo huele a neoliberalismo.
En estas páginas hemos aplaudido el hecho de que el equipo económico del gobierno Petro se dio la pela, bastante impopular, de subir el precio de la gasolina para mantener relativamente sanos los indicadores macroeconómicos. Pero eso de nada sirve si con la otra mano lanza ataques de toda índole al sector privado, que es el verdadero motor de la economía.
Puede que tampoco sirva de mucho su anunciado aumento de la inversión pública, mientras no corrija una de las grandes fallas de su gobierno que es la ejecución.
Todos los ministerios y la misma presidencia se rajan en ejecución presupuestal, las obras están paradas, los proyectos de infraestructura quietos, las ventas de vivienda cayendo más del 50% porque la plata está guardada en bancos o fiducias.
El director del Departamento Nacional de Planeación, Jorge Iván González, dice: “la situación de 2025 es dramática, alarmante porque vamos a tener un servicio de deuda de $112,9 billones, con una inversión de solo $68,8 billones”.
Todos los gobiernos encuentran una situación económica compleja, la olla raspada, otros enfrentan crisis internacionales y pandemias, por eso, en lugar de llorar hay que actuar y ejecutar.
Este gobierno contará con el mayor presupuesto en la historia del país, ¡502 billones de pesos! Entonces, ¿para qué piden más? ¿O es que hay cosas que no sabemos? ¿Los gastos se van a disparar más por las reformas sociales?
Romper la regla fiscal es un error garrafal porque el gobierno lanza el mensaje de que no habrá disciplina fiscal, lo que aumenta los intereses de la deuda. Como dijo el expresidente Santos: “esto es pegarse un tiro en un pie”.
Tan fácil que era criticar y tan difícil que ha resultado gobernar. Para manejar la economía se necesita liderazgo, pragmatismo y menos populismo. Tenemos el espejo de Argentina, con inflaciones cercanas a 150%, pobreza superior al 40%, pese a la feria de subsidios. Por no hablar de Venezuela, un país supremamente rico por el petróleo, que pudo gastar todo lo que quiso en inversión pública, pero que con la dupla Chávez-Maduro destruyó su sector productivo y se vio abocada a una gran crisis.
El hecho de que la economía esté en negativo no es menor. Sobre todo si se tiene en cuenta que Colombia en los últimos 20 años, en los terceros trimestres del año, siempre había tenido crecimientos positivos, con excepción del año de la pandemia. Y antes solo había caído en 1998 y 1999. Es decir, no es una situación usual para el país.
Siempre se puede enderezar el rumbo, pero si el comandante de la embarcación no da un timonazo en su manera de manejar, de entender y de relacionarse con el sector productivo no podemos esperar milagros.