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Las explosivas declaraciones de Aída Merlano contra el precandidato a la Presidencia Álex Char nos han puesto a los colombianos en un dilema que para nada nos es extraño: el de cómo recibir y valorar un testimonio. Cuánto creer y cuánto no creer y qué tan fiables son las pruebas.
El ventilador tiene dos puntas para analizar. La más inquitetante tiene que ver con las acusaciones que hace la excongresista Merlano del uso de dineros públicos para la compra de votos. La segunda tiene que ver con el contexto preelectoral en el que se da la acusación.
En cuanto a las acusaciones, Aída Merlano, palabras más palabras menos, dice que se trata de un carrusel en el que primero se entregan unos contratos a dedo, con unas licitaciones amañadas, y del producido de ese negocio se saca para comprar votos. Y, una vez en el poder, se volvería a repetir la jugada. Que así es como, según Aída Merlano, el grupo Char y otros clanes políticos de la costa terminarían eligiendo a los gobernantes y congresistas.
Por supuesto, esas acusaciones son de grueso calibre y de llegar a probarse, sin duda, merecerían condenas de cárcel para los hoy supuestos implicados. Sin embargo, a la hora de mostrar las pruebas no se ve todavía nada contundente. Lo que se ha divulgado por los medios son extractos de videos de una camioneta en la cual, supuestamente, pasa algo que dice Merlano, pero que en el video no se ve. El fiscal general, en charla informal con periodistas, dijo que en dos años que llevan investigando las denuncias de Merlano no se han encontrado evidencias que las respalden. E incluso anotó que su nuevo testimonio es muy parecido a lo que ya dijo en 2019.
El hecho de que no se haya filtrado todavía una prueba reina puede obedecer a dos cosas: o a que Aída Merlano no la ha querido entregar, y lo que está haciendo es presionar a los políticos a los que denuncia, o a que, definitivamente, dicha prueba no existe. Porque si esa prueba existiera es altamente probable que los adversarios políticos ya la hubieran revelado.
El segundo punto de análisis tiene que ver, precisamente, con eso: el contexto electoral en el que estamos. Hay quienes, como el candidato Enrique Peñalosa, están hilando muy delgado y han dicho lo siguiente: “Aída Merlano está prófuga y está protegida por Maduro, que estaría interesado en debilitar a Álex Char porque es, posiblemente, quien más mella le puede hacer a Petro en la costa atlántica”. Es el punto de vista de quien, como Peñalosa, está en la Coalición Equipo por Colombia con Char. Pero, sin ir tan allá, no cabe duda de que este escándalo sale a flote por el momento en que estamos. Se ha vuelto costumbre en Colombia que una de las estrategias más usadas en las campañas es buscar y sacar los trapitos al sol de sus contendores.
Sin embargo —hay que repetirlo—, el momento no le quita la gravedad, en caso de que se llegue a probar el presunto delito. Es todo un dilema para el Equipo por Colombia. La solidaridad política es comprensible, pero tratándose de asuntos de interés público, que conciernen, además, a la integridad del proceso electoral, no es correcto correr de inmediato a rodear al señalado sin siquiera pedir una explicación.
Se trata de hechos graves cuya ocurrencia debe ser aclarada, y aquel de quien se compruebe participación debe recibir el peso de la ley. Gustavo Petro nunca ha explicado satisfactoriamente qué hacía metiendo fajos de efectivo en bolsas de papel en un video oscuro, y muchos de sus colaboradores se niegan siquiera a admitir que ese es un hecho sospechoso que merecería explicaciones. Ese no puede ser el estándar: las acusaciones graves deben ser investigadas y aclaradas de manera satisfactoria