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“Colombia va por otro año récord en turismo”, tituló EL COLOMBIANO la semana pasada como apertura de una noticia que daba cuenta del ascenso de viajeros extranjeros al país. Los récords no solo llegan desde el exterior, millones de colombianos aprovechan todo momento libre para recorrer las maravillas del país.
Las cifras sorprenden. Al cierre de agosto, último dato consolidado, la Aeronáutica Civil registró 26,4 millones de pasajeros en vuelos regulares, 17 millones en rutas nacionales y 9,4 millones en internacionales. En 2018 ingresaron al país, vía aérea, 4,2 millones de extranjeros, al cierre de este año los pronósticos oficiales estiman que serán 4,5 millones.
El sector en Colombia, que lleva varios años en espiral ascendente, creció 10,4 % en 2018, por encima del promedio global, situado en 6 %, según la Organización Mundial del Turismo (OMT). Tal crecimiento está sustentado, en buena parte, por el cambio de percepción sobre las condiciones de seguridad que ofrece ahora Colombia.
Hoy, después del petróleo, con ventas internacionales por US$14.000 millones el año pasado, el turismo y el carbón aparecen a renglón seguido en generación de divisas en el país, con US$7.436 millones y US$7.000 millones, respectivamente, en igual periodo, según estadísticas del Banco de la República y la Asociación Nacional de Viajes y Turismo (Anato).
Al finalizar agosto, por el Aeropuerto José María Córdova arribaron a Medellín 631.474 extranjeros. El máximo registro lo presentó Bogotá, principal puerto nacional, con 2.993.970 visitantes. Cali fue tercero con 374.795.
Sostener esta tendencia en expansión por el territorio nacional es un reto y una importante oportunidad de crecimiento para el país. Hay que reconocer que así lo entiende el Gobierno central, que a través del Viceministerio de Turismo y Procolombia, ejecuta un plan estructural para multiplicar las inversiones, mejorar la infraestructura hotelera y hacer de la nación todo un atractivo para quien la visite.
Sin embargo, queda mucho terreno por recorrer. Hay que hacer una mayor promoción del país como destino turístico mundial, llegar con más presencia institucional a los territorios con seguridad, infraestructura hotelera, aeroportuaria, formación de personal especializado en el ramo, acelerar el plan de autopistas, carreteras y caminos que se adentren en nuestros santuarios naturales, un tesoro que ha estado oculto e inexplorado, para nacionales y extranjeros, por las complejidades del conflicto armado y la exclusión que mediante violencia impusieron guerrillas, paramilitares y narcotraficantes.
El paraíso está, es la “Colombia profunda”, que ahora puede alcanzar su cuarto de hora gracias al turismo. Esas enormes extensiones de la patria aislada u olvidada, contienen algunos de los más impresionantes tesoros de la biodiversidad planetaria, formaciones naturales prehistóricas, ríos de múltiples colores, valles, llanuras y cañones interminables; selvas de infinitos verdes y árboles milenarios. Sus soledades son el reino del jaguar y el canaguaro; el canto libre y aturdidor de aves e insectos y millares de especies vegetales, en alto porcentaje aún sin clasificar.
La clave es saber cómo abrir ese paraíso al mundo, de manera sostenible y respetuosa con todos sus recursos y comunidades ancestrales.
Cada región colombiana además tiene sus atractivos históricos, arquitectónicos y culturales. Medellín y Antioquia se consolidan por su capacidad innovadora, sus congresos, exposiciones, ciencia médica, avistamiento de aves, destinos turísticos y la enorme capacidad de resiliencia de sus gentes para romper con un pasado oscuro e insertarse en un futuro esperanzador.