Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6
Empiezo con el spoiler mayor: todos nos vamos a morir. Vivimos con esa certeza. Nadie evade la tumba. Conocemos el final inminente de todas las vidas y, sin embargo, parecemos olvidarlo, andamos campantes, conformes con la brevedad de la existencia y sin maldecir a cualquiera que se atreva a recordárnosla. Esto debería ser un antídoto contra el espanto que a muchos les produce escuchar spoilers de alguna historia.
Vale decir que la emoción de lo desconocido alimenta los relatos, que los mejores están hechos de misterio, orbitan algún enigma y transcurren sembradas de secretos. Descubrir cada uno, gradualmente, es un goce que puede arruinarse con cualquier dato que anticipe los giros y sorpresas del desenlace. Para los fanáticos de Star Wars de los años setenta debió ser un momento invaluable escuchar por primera vez a Darth Vader revelándole a Luke Skywalker la verdadera esencia de sus lazos de sangre. Ese momento de iluminación en el que entendemos que Tyler Durden es la misma persona que el narrador de El club de la pelea vale oro y solo se puede vivir una vez. Pero ¿cómo lo vivieron los que habían leído la novela de Chuck Palahniuk? ¿Sintieron la euforia y el desconcierto que genera saber que todo el tiempo estábamos frente a una personalidad duplicada? En aquellos años, las redes sociales apenas estaban emergiendo y no existía el alud de análisis, comentarios y contenidos que se generan a raíz de cualquier producción de culto. Hoy no ha pasado un minuto desde el estreno de algún episodio y las piaras de fanáticos, entusiastas y sabelotodos ya han publicado toda una enciclopedia de spoilers que hace muy difícil seguir cualquier serie inmune a las revelaciones precoces de la trama.
Pongamos el caso de La casa del dragón, aclamada precuela de Game of Thrones que se está convirtiendo en una de las series más vistas del momento. Quizás muchos de los que empezaron a ver esta serie no tienen ni idea de lo que pasa en este universo, sospecho que son tan escasos como el tigre de Tasmania, consideremos que existen una o dos de esas rarezas pero el resto de espectadores se cuentan por millones y a nadie parece importarles los spoilers que se reproducen sin control en las redes. De hecho, me atrevo a decir que las mil maneras en las que cada fan cuenta la historia de la caída y cuasi extinción de la casa Targaryen es estimulante.
Los spoilers de La casa del dragón ya venían incluidos en la serie fundadora, en escenas donde la princesa Shireen Baratheon narra el aciago destino de Rhaenyra Targaryen, en ese recorrido que el mezquino rey Jofrey se burla de la manera en la que los Targaryen se acribillaron entre ellos, con esas maneras medievalmente creativas de ocasionarle al prójimo sufrimiento inaguantable.
Además, esta saga sí tiene un final, a diferencia de Game of Thrones que permanece inconclusa. En el libro Danza de dragones, George R. R. Martin se encargó de narrar con todo detalle la cruenta disputa por el trono de hierro, ofrece pormenores sobre quién traiciona a quién, qué dragón se merienda a qué princesa, cuál guerrero desaparece en el mar, cual cabeza es desprendida del cuerpo de cual Targaryen y así, como en una exhibición de atrocidades, Martin no se cansa de ejecutar, decapitar, defenestrar, desmembrar o incinerar a cuanto Targaryen se pasea por las páginas de su novela. ¿Por qué, entonces, nadie pone el grito en el cielo ante esta profusión de spoilers? Parece que lo que importa en este viaje de la saga no es el destino de llegada sino el camino hacia él y esto es lo que más están disfrutando los seguidores de la serie. Quizás esta serie nos haga inmunes a ese terror que infunden los spoilers, quizás nos enseñe, ante cualquier historia, a disfrutar lentamente el viaje de cada personaje sin importar la certeza de su dolorosa extinción.
