La invocación de las víctimas suele hacerse bajo banderas de solidaridad y bondad. Sin embargo, envueltos en cánticos de compasión pueden esconderse efectos indeseados y resultados que están lejos del altruismo que supuestamente se promueve.
La imagen de la víctima-ideal es comúnmente utilizada para persuadir. Las personas victimizadas y su sufrimiento son invocados y explotados para emocionar y movilizar, y para establecer un escudo en contra de cualquier cuestionamiento –razonable o no– en relación con las medidas que se promueven a su (supuesto) favor. Cuestionar las medidas es cuestionar a las víctimas – y eso es blasfemia (o, al menos, ese es el hilo que se construye).
Se apela a sentimientos de tormento y agonía para llamar a la acción, y opacar o evadir procesos de racionalización. Que alguna medida se esté haciendo en nombre de las víctimas no implica que sea en esencia beneficiosa para ellas o para la sociedad. El proceso de manipulación es amplio y extendido.
“Las víctimas” se encadenan a procesos de persuasión para “ganar la adhesión de los espíritus” con respecto a una tesis (Perelman 1969), sin que surja la necesidad de mucho examen sustantivo a lo que se promueve. Con víctimas en la ecuación, se ha logrado juntar y motivar a campos regularmente opuestos. La victimización se explota como un poderoso recurso retórico que logra el asentimiento de las masas; sin embargo, su potencial de arbitrariedad es elevado. Pongo ejemplos para no hablar en abstracto.
A golpe de la invocación de víctimas de abuso sexual, especialmente de niños y niñas, diversos movimientos políticos promueven la reinstitucionalización de la pena de muerte. El proceso persuasivo busca que la audiencia dé un salto de la conmiseración por las víctimas a la adopción de la pena capital como justicia expresiva, sin que se considere el costo de que el Estado mate. En el proceso de movilización se estructura una muralla simbólica: la víctima-ideal como escudo para evitar la exploración de las razones y las sinrazones que hay detrás del uso de la pena de muerte. Además, conseguida la pena de muerte para unos monstruos será más fácil extenderla a otros –todo en nombre de las víctimas.
Este tipo de trinchera argumentativa es más común de lo que se piensa. Es utilizada por causas cargadas de dinero, como la industria armamentística en Estados Unidos que, a golpe de víctimas, busca que sea más fácil vender y comprar armas. También es utilizada por sectores políticos que buscan el endurecimiento de regímenes penales; en nombre de las víctimas de delitos violentos expanden el poder policivo y promueven el debilitamiento del derecho a la defensa y al debido proceso (incluyendo, la presunción de inocencia) de ciertos grupos poblacionales.
También es usada para promover causas cargadas de importantes reivindicaciones, como las que impulsa el movimiento que busca confrontar la discriminación y la violencia contra las mujeres. No existe la menor duda del atraso de los Estados y las sociedades en dar respuestas adecuadas a las distintas manifestaciones de esas violencias. Sin embargo, las medidas que se promueven no deben eludir el examen de las consecuencias y las secuelas que estas pueden provocar, por ejemplo, en relación con los límites de la sanción penal o el debido proceso.
Los ejemplos son abundantes. El uso y el abuso de la victimización como herramienta de persuasión (y manipulación) política en la actualidad son extendidos.