Por Carlos Alberto Giraldo M.
¿A quién le creemos? ¿A los tweets de Donald Trump, a las ilegibles recomendaciones de Boris Johnson, a la cavilante premier Ángela Merkel, a las tramas de Vladimir Putin y del gobierno chino de Xi Jinping, a los chascarrillos de Jair Bolsonaro o a las orquestaciones de Nicolás Maduro y los iraníes, con Alex Saab en medio?
El coronavirus nos lleva por caminos de incertidumbre. Varios analistas lo advirtieron muy pronto: la pandemia desnudará las calidades de los jefes de gobierno que hoy tiene el planeta para enfrentar la crisis. Y la gente de la política y del Estado va a pasar un mal rato.
Trump afronta no solo los coletazos de la covid-19, con 117 mil muertos y dos millones de infectados, sino una profunda reversión en las tensiones raciales y el decaimiento del respeto de los derechos de los afroamericanos. El episodio de George Floyd trajo a escena desigualdades marcadas que afectan a la población negra en ese país: según BBC, los afros tienen doble posibilidad de vivir en la pobreza. Igual, los afros doblan a los blancos en las probabilidades de morir en un choque con la policía. La población carcelaria afro sextuplica a la blanca. Y la mortalidad infantil es el doble.
Entre tanto, Trump solo tiene para decir que la policía debe seguir bien preparada y equipada, y que quienes se hincan con una rodilla ante la bandera, en señal de protesta y solidaridad, faltan al respeto a los símbolos patrios.
Boris Johnson recibe críticas por una desescalada del confinamiento torpe e improvisada. La oposición cuestiona sus protocolos de reactivación y el país pierde la confianza en su premier.
No hay una figura planetaria capaz de conducir el mundo, de mostrarle caminos, a una estabilización coordinada, a una recuperación que se note mucho menos dramática y apocalíptica que el estado de cosas que hoy vemos.
Xi Jinping habla de una sociedad china moderadamente próspera, pero el primer ministro Li Kequiang destaca una pobreza y un desempleo acentuados allí por la pandemia.
Cada quien mueve sus fichas y ejerce roles de política interna totalmente desconectado de que la humanidad reciba un mensaje general de optimismo y unidad, con algún nivel de certeza sobre pasos mancomunados para encontrar una vacuna y poner resortes a las maltrechas economías de los países débiles.
Un horizonte que destaca por la vista corta y el egocentrismo de los jefes mundiales de la civilización en este momento histórico, oscuro y convulso. Hay figuras latinoamericanas que no cabe ni mencionar para no ahondar la sensación de orfandad y debacle.