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Víctor Corcoba Herrero
Columnista

Víctor Corcoba Herrero

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TIEMPO DE RESCATES E INTEGRACIONES DEL SER HUMANO

Por

Víctor Corcoba Herrero

corcoba@telefonica.net

Es la hora de los rescates. El ser humano debe ser rescatado por sí mismo, por su misma especie. Para ello, hace falta rescatar la política, convertida en negocio, en lugar de activarla como servicio. Hacen falta menos dominadores y más solidaridad.

Por desgracia, vivimos en el permanente abuso, con un uso inadecuado de los bienes, una desbordante degradación ambiental, una débil gobernabilidad en muchos países, con unos escenarios de pobreza que no deberían existir y, lo que es peor, con unas expectativas que no despuntan.

El dominio no puede permanecer en unas pocas manos para su capricho o divertimento. Buena parte de los moradores del mundo se encuentran ensombrecidos por la frustración, el desconsuelo, la venganza o la duda. Pero, ante este desolador desconcierto, no podemos caer en la trampa de lo trágico. Siempre cohabita una luz que nos da la oportunidad del cambio social.

Evidentemente, el cambio social no pasa por resignarse, o por buscar la huida de la realidad, o por inventarse un optimismo falso. Veamos lo que va mal y rectifiquemos. Pensemos en los desequilibrios sociales, en la falta de oportunidades de tantos jóvenes, en el terrible poder armamentístico, en la escasez del agua para tantos seres humanos, en las injustas y altaneras finanzas.

Todos hemos de contribuir a mejorar este camino que hemos de recorrer. Dejemos las lecturas ideológicas, doctrinarias y apostemos por el ser humano como realidad pensante, que ha de vivir y puede vivir sin miedos, sin catastrofismos, sin desilusión en definitiva. Quizás para esta renovación merezcamos un rescate, no de finanzas, sino de valores humanos.

Por consiguiente, llegados a este punto, creo que hemos de integrarnos al máximo; máxime para recuperar lo humano en toda su plenitud. De ahí que tengamos que pensar de otro modo la política. Hemos de hacerla de otra manera. Abrámonos a la vida para favorecer el encuentro. No excluyamos. No pensemos que hemos venido al planeta para ser eternos líderes. Saltemos de esta mundanidad hacia otro mundo más sabio y, a la vez, más solidario también. Es tiempo de fraternizarnos, de tender puentes y de avivar coincidencias. Sin duda, esta es la vía para hacer más habitable el escenario de nuestra propia especie, la de sumar fuerzas de apoyo y no la de restar por puro egoísmo.

Indudablemente, todos los humanos tenemos la responsabilidad moral de hacer de la cooperación entre culturas diversas, una manera de vivir. Un gobernante que únicamente gobierna para los suyos no puede gobernar. Como mucho, puede hacer avanzar a los de su línea, pero no puede en absoluto regir los designios de unos seres pensantes cada día más globalizados. Por estas razones, una política comprensiva con todos y tolerante, gana el respeto de la ciudadanía, y sobre todo, la admiración de ese pueblo marginado.

Entre todos, pues, hemos de rescatarnos y reintegrarnos en un planeta, en el que gobierne la ética por encima de los ídolos. El mundo tiene el futuro que el ser humano quiera. Luchemospara que la confianza no se desmorone. Quizás debiéramos tener la picardía de los reptiles, pero también la autonomía bondadosa de las aves. Lo decía el escritor español, Pío Baroja (1872-1956): “Realmente, no sé si con justicia o no, a mí no me admira el ingenio, porque se ve que hay muchos hombres ingeniosos en el mundo. Tampoco me asombra que haya gente con memoria, por grande y portentosa que sea, ni que haya calculadores; lo que más me asombra es la bondad, y esto lo digo sin el menor asomo de hipocresía”.

Nos hemos globalizado pero no nos hemos hermanado. Esta es la gran necedad. Cómo globalizar un sistema económico, sin una mente integradora, donde esté la mujer y el hombre, la familia, todos nosotros, para que la luz de la justicia nos encamine a la esperanza de un mundo renovado, más del espíritu que de los negocios, más del verso que del dinero, más de la ilusión que de la desgana. O caminamos todos juntos para acrecentar el paraíso o el desencuentro nos llevará, más pronto que tarde, a la nada, al vacío de la estupidez. Es muy significativo fortalecer los vínculos entre culturas, retornar y rehacer un hábitat verdaderamente humano, resurgir en lo auténtico para que lo bueno y lo bello mane (y emane) por cualquier rincón del orbe.

A lo mejor cada día hemos de rescatarnos para luego regresar a la eternidad. El cambio es ley humana. Al fin y al cabo, cualquiera que olvide el pasado o no viva el presente, se perderá también el futuro. Y no será posible volver atrás para desgracia nuestra.

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