Las sanaciones de invidentes obradas por Jesús y narradas en los evangelios –como en Marcos 10,46-52– tienen un significado que va más allá de la curación física. Uno de los signos de la salvación que, según los profetas del Antiguo Testamento, realizaría el Mesías prometido, descendiente del rey David, era hacer ver a los ciegos.
Por eso en varias profecías, como la de Jeremías 31, 7-9, los invidentes aparecen como beneficiarios de la acción salvadora de Dios, junto con otras personas que tenían algún impedimento para emprender el camino hacia Jerusalén después de la liberación del destierro en Babilonia, cantada por el Salmo 126. En su significado más profundo, los ciegos somos quienes necesitamos que Dios nos ilumine, liberándonos de la oscuridad...