Cuando un carro cae de un quinto piso hay noticia. Eso pasó en Medellín. Un carro BMW, blindado, quedó destortillado en el piso junto a un parque infantil en una unidad residencial de El Poblado. El saldo de ese guarapazo fue un muerto y dos heridos.
Dijeron que fue un acto de impericia del conductor. ¿Bisoñada? Esas cosas pasan. Ya había sucedido hace poco en otro sector de la ciudad, cuando otro carro cayó de una torre de parqueaderos. Murió una mujer, aprendiz de conducción. Cinco muertos en dos años por culpa de cuatro carros que caen del cielo, confirmarían que confundir la reversa con la marcha adelante, es algo que puede suceder.
Volvamos al BMW porque la cosa cambió radicalmente. Las autoridades encontraron una caleta dentro del carro con tres armas de fuego y una gran suma de dinero en efectivo escondidas en el apartamento donde se hospedaban los personajes del carro.
Mientras todos pensamos en “qué pecado lo que les pasó”, terminamos descubriendo cosas que siembran dudas sobre la clase de personas implicadas. ¡Apareció el tapado!
La Real Academia de la Lengua tiene 10 definiciones para la palabra tapado. Una de ellas es el significado que le dan en Colombia al término: “lo que se dice de una persona que oculta sus intenciones”.
Los tapados habitan entre nosotros y Colombia es su reino. Hoy, hay tapados por donde se mire. Que el repartidor de domicilios terminó siendo ladrón... ahí está el tapado. Que al político que parecía ir tan bien lo descubrieron robando... ahí está el tapado. Que el vecino que nos cruzamos en el ascensor y es tan querido, terminó siendo un pillo... ahí está el tapado.
Pura doble intención, cosa requete arraigada en la cotidianidad de esta tierra. Su raíz es profunda. Parte de asuntos estructurales, por ejemplo, el comportamiento como si se viviera en el refranero popular (“el vivo vive del bobo”, “donde caben dos caben tres”, “hágale, que nadie lo vio”, “un bobo careado mata a la mamá”), hasta el dinero rápido y fácil del narcotráfico, el mismo que seduce a pelaos en los barrios populares y a niñas que se entregan al descreste de la plata. Ni hablemos del montón de gente que dice una cosa para salir con otra, para darles a los otros en la cabeza o sino “póngala como sea”.
¿Y dónde dejamos a los pseudocaudillos que hablan y hablan, enredan y enredan y quieren hacer del populismo su mejor arma para montarse al poder? Esos sí que tienen sus tapados con el agravante de que revelarlos es más complicado que encontrar al hijo de Lindbergh.
Ahora bien, a un mal, un antídoto. La confianza puede serlo. Si después de un acto de confianza las cosas salen sin tapados, pues anotemos un punto a favor. Eso es actuar con transparencia. Quizás no sea difícil, pero habrá que asumir el riesgo... sin tapados