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Federico Hoyos Salazar
Columnista

Federico Hoyos Salazar

Publicado

Sobre el sentido del deber

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Observando las ceremonias y honras posteriores a la muerte de la reina Isabel II, llamó la atención la manera reiterada como el término “sentido del deber” estuvo presente en diferentes análisis y discursos de quienes comentaron la muerte de la reina.

En su primera alocución pública, el rey Carlos habló de los sacrificios de su madre por cumplir el deber. Posteriormente, en la ceremonia de proclamación como rey ante el Consejo Privado (Privy Council), Carlos expresó que era consciente de la gran herencia frente a los deberes que debía asumir como jefe de Estado y de Nación. A su vez, el exprimer ministro Boris Johnson, en un emotivo discurso ante la Cámara de los Comunes, se refirió a la “impresionante manera” como la reina había cumplido su deber con un “espíritu indomable” y también se refirió a la forma en la que el rey seguiría los “extraordinarios estándares de deber y servicio” que dejaba su madre.

Ese término que en inglés tiene mayor elocuencia, sense of duty, y que en español se traduce como el sentido del deber, se refiere a algo que supera a la responsabilidad o el cumplimiento de las cosas. Este es un concepto profundo que orienta la existencia y conduce a quienes lo viven a asumir sacrificios superiores. Kant expresa, hablando sobre la ética, que una acción adquiere un sentido moral cuando se hace orientada por el deber. Esto último es un descubrimiento, una realización de una idea o causa que para ser puesta en práctica requiere sacrificio y abandono del interés personal o la utilidad. Nietzsche expresaba: “Aquel que tiene un por qué, puede soportar casi cualquier cómo”.

Vivimos en un mundo líquido, de acciones rápidas y motivos superficiales. Las redes sociales invitan a perseguir un me gusta o aumentar el número de seguidores. Hablamos sobre la reacción de las personas ante lo que decimos, pero podemos perder interés en el contenido que generamos. Las encuestas de opinión miden el reconocimiento y la favorabilidad de líderes privados y públicos, y tendemos a creer que de esto depende su éxito o fracaso. Sin embargo, esta reflexión no va dirigida a los gobernantes o líderes de la sociedad. Pensemos en nosotros mismos: ¿Qué orienta nuestras acciones? ¿La popularidad o la necesidad de hacer lo que se debe? ¿El afán de ser validados y acogidos o la convicción de defender lo que creemos?

Los hechos recientes en Reino Unido, que han inspirado esta reflexión, me hacen pensar sobre la necesidad de educar más en el deber que solo en la responsabilidad. También en la importancia de la orientación, en especial a las personas más jóvenes, para encontrar una causa o propósito que guíe su vida y no en limitar su formación a habilidades técnicas. En momentos de fatiga ante la frivolidad, cobra vigencia la necesidad de hablar sobre ideas y motivos más profundos que pueden conducir a la felicidad y a la satisfacción de tener una buena vida 

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