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Manuela Zárate
Columnista

Manuela Zárate

Publicado

Sobre el activismo en estos tiempos

Por manuela zárate

@manuelazarate

El activismo está de moda. Más de uno se define como activista. Y no es que eso esté del todo mal. Que muchas personas, sobre todo en el primer mundo, estén ansiosas por encontrar una causa por la que luchar es algo bueno. El problema viene cuando esa lucha se hace desde el victimismo. Nada se construye con un dedo acusador. Allí más bien se perpetúa la conflictividad que le impide al ser humano unir esfuerzos para encontrar verdaderas soluciones a sus problemas.

Muchos de estos activistas de Twitter usan esa bandera para pelear. La usan para definirse como activistas de una causa justa que mira hacia otra orilla en la que están los malos. Como feminista lo veo todo el tiempo. Veo mujeres inteligentes que levantan la bandera del feminismo pero pareciera que más que para ondearla es para clavarle el asta en el ojo al que no piensa igual. Así, lejos de cerrar brechas vamos no sólo a abrirlas más, sino a crear trincheras.

El caso de Greta, la niña activista del medio ambiente que ha causado tanta polémica estos días es un ejemplo. Es una niña admirable. Sin duda. No es de aplaudir que deje el colegio, que propague la narrativa que el conocimiento es opcional o que hay cosas más urgentes. Todo ese discurso demuestra que hay un problema que no tiene que ver con su emocionalidad, comprensible a su edad y condición de Asperger. El problema es que sea sólo una niña de 16 años, mientras la credibilidad de los científicos que estudian el tema es atacada y priva la desinformación.

Un activista de medio ambiente busca cambiar políticas públicas, estimular a la empresa privada a prácticas más sustentables y a que el individuo cambie su estilo de vida. Y en el fondo es probable que Greta quiera eso, pero la forma como lo está abordando o como quienes la guían lo están haciendo no va encaminada hacia eso. No es responsabilidad de ella. Lo grave es que en una palestra como la ONU reduzcan el discurso de esa manera.

Después del discurso de Greta en que acusó a los líderes de robarle su infancia y sus sueños con “cuentos de hadas de crecimiento económico”, me pregunto cuántas empresas e individuos cambiaron sus políticas y su estilo de vida. Lejos de eso se atizaron las discusiones más vacías que uno pueda imaginar.

Pareciera que el activismo es algo que gusta mucho porque es rentable, sexy, hace ganar seguidores y lo demás. Pero la ciencia, la acción, el verdadero impacto sigue en la sombra. Y no es que le reclame a Greta no haber cambiado el mundo, ni más faltaba, pero quienes la guían, la apoyan y se consideran sus seguidores, deberían tener en cuenta que no hay peor activismo que el que señala desde la palestra de la superioridad moral, aunque tenga razón. No es cuestión de la edad del que habla. Es un tema de que así, no sólo no se arregla el medio ambiente, sino se destruye lo poco que nos queda de sociedad.

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