Desde la invasión de Rusia a Ucrania en febrero de 2022, y las sanciones económicas que la Unión Europea y otras economías avanzadas le impusieron al país agresor, que a la vez es uno de los principales productores y exportadores de energía, el mundo le ha dado una renovada importancia al concepto de seguridad energética. Existen múltiples definiciones, pero una acepción simple y contundente es contar con disponibilidad ininterrumpida de fuentes de energía a un precio asequible. En otras palabras, la seguridad energética implica tener un suministro constante, confiable y competitivo. Esto aplica para los diferentes energéticos que consumimos diariamente, tanto a nivel personal para transportarnos, conectarnos, cocinar, calentar e iluminar nuestros hogares, como aquellos que usamos en procesos productivos a nivel industrial y comercial. Para garantizar que ese suministro de energía sea ininterrumpido y competitivo, las fuentes domésticas deben ser prioritarias, y si estas no son suficientes o no son competitivas desde el punto de vista económico, es fundamental contar un portafolio diversificado de fuentes internacionales que nos puedan proveer energía de manera constante. En la selección de ese portafolio, es importante, como lo ha confirmado Europa en los últimos 15 meses, no depender mayoritariamente de un solo proveedor.
Hoy Colombia es un país privilegiado en materia de seguridad energética gracias a nuestros recursos naturales y a la gestión pública y sectorial de los últimos 30 años. En energía eléctrica somos mayoritariamente autosuficientes, y además de una manera sostenible, pues entre el 70% y 80% de la generación proviene de fuentes renovables. Adicionalmente, tenemos una línea de interconexión con Ecuador, una planta regasificadora flotante en el caribe que, en caso de ser necesario, puede importar gas para abastecer las centrales térmicas del norte del país, y avanza un proyecto de interconexión con Panamá que nos conectaría con el mercado centroamericano. Sin embargo, es fundamental que la política pública y la regulación del mercado eléctrico sigan operando con dinamismo, incluyendo la realización oportuna de subastas de confiabilidad, renovables y transmisión, y que los proyectos privados se puedan desarrollar y construir en tiempos razonables.
En cuanto a combustibles fósiles, somos exportadores netos, ya que la producción de petróleo es superior a nuestro consumo interno. Igualmente, tenemos capacidad de importación por diferentes puertos en el atlántico y el pacífico, y la opción de refinar diferentes tipos de crudo en Cartagena y Barrancabermeja. Como en el sector eléctrico, es importante que los diferentes eslabones del mercado de hidrocarburos se sigan desarrollando, incluyendo la exploración, y que los planes de abastecimiento, así como la modernización de los sistemas y la inclusión de nuevas modalidades de transporte, avancen para que las proyecciones del crecimiento de la demanda puedan ser atendidas oportunamente.
En conclusión, para preservar nuestra seguridad energética, la política pública y la regulación deben operar de manera armónica y expedita para habilitar las inversiones privadas necesarias. Solo así los sistemas energéticos puedan responderle al país ante eventos de estrés en el corto y mediano plazo, cómo por ejemplo un fenómeno del niño de mayor duración o intensidad que la pronosticada, o una posible caída de las reservas petroleras.
*Miembro Distinguido Visitante del Centro de Política Energética Global de la Universidad de Columbia en Nueva York.