Esta semana leyendo El peligro de estar cuerda, de Rosa Montero, descubrí esta joya: “apaga la cabeza cuando te abraces a alguien”. Me pareció genial porque un abrazo no necesita razones. Cuando el niño corre hacia sus padres o cuando el jugador hace un gol y todos van y lo abrazan, eso es fiesta, es emoción, es locura, es amor, y en el diccionario aparece como abrazo.
Dice Marian Rojas, psiquiatra española, que un buen abrazo debe durar ocho segundos. Parece largo, pero es tiempo justo para estimular todos los sentidos. Es una interacción perfecta desde lo corporal: la boca queda cerca al oído para que los abrazantes se puedan decir secretos solo entre ellos y el mensaje entre directo sin interrupción alguna; los dos corazones quedan conectados y se puede sentir la palpitación del otro; las manos arropan a la otra persona como si la protegieran, como si la hicieran parte de su propio cuerpo. En un abrazo, estoy haciendo parte de mi al otro. Somos uno.
Un abrazo es la muestra universal del afecto porque para abrazar no necesitamos tener una relación estrecha como en el beso, por ejemplo, pero para besar sí hace mucha falta el abrazo. Los besos que no van acompañados del abrazo no son lo mismo, son simples picos.
Un abrazo es tan poderoso que no necesita brazos para sentirse. Recuerdo aquella famosa foto del gráfico de Argentina: el abrazo del alma. En la final del mundial del 78 al terminar el partido Argentina quedaba campeón del mundo. Victor Dell´Aquilla, un hombre sin brazos, corre hacía Fillol que está de rodillas, en ese momento llega Tarantini y se abraza con Fillol. Víctor, como no tiene brazos se inclina un poco como si les diera un abrazo. En ese preciso instante el fotógrafo Alfieri dispara la cámara y nace el abrazo del alma.
¿Por qué les estoy hablando de abrazos? Porque sí. No mentiras. Hablo de abrazos porque ayer estuve 10 horas dando abrazos en el Teatro Pablo Tobón Uribe a todo el que llegara. Esta iniciativa nació porque quise hacer algo para despertar un poco más el cariño, poner a la gente a hablar de la importancia de la salud mental y dar un mensaje positivo en esta Navidad en la que a muchos un abrazo les haría bien.
Además, porque quiero invitarlos a abrazar más y a joder menos. Que este 24 y 31, además de dar trago, buñuelos, natilla y regalos, demos abrazos que duren más de ocho segundos, que queden en el recuerdo; abrazos fuertes, de esos rompe costillas que son tan ricos (con palmadas suaves por favor, es un abrazo no una sacada de gases). Llenemos el mundo de abrazos apretados para recargarnos de vida. Un abrazo es como el agua, no se le niega a nadie y cuando lo recibes refresca. Les mando un abrazo de Navidad y Año Nuevo, por un 2023 con más abrazos y menos balazos.