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Penélopes

Por ana Cristina Restrepo J.

redaccion@elcolombiano.com.co

Por estos días todos contamos los días. El ejecutivo recibe una alerta del celular, el portero tacha el almanaque, la niña dibuja un corazón en el cuaderno, el recluso marca la pared, el viudo echa semillas en un vaso, la mujer teje una colcha perpetua. Nos sostienen rituales mínimos.

Pero Yesenia cuenta distinto al resto: hace 155 días que no se sabe nada de su mamá.

A las cinco de la tarde del primero de enero, Luz Leidy salió muy alterada de su casa en Castilla, cerca del Hospital La María. Después de discutir con su esposo, cogió su billetera, y a las volandas le dijo a su hijo que ya regresaba.

Nunca volvió.

Yesenia acudió a las autoridades: “Mamá vestía una blusa color blanco, jean color azul y sandalias. 44 años. Contextura robusta, tez blanca, cabello crespo, negro, ojos negros, medianos; nariz alomada, boca grande y labios medianos. Tenía una cicatriz en la región umbilical”.

Todos los días publica en las redes sociales una foto distinta de su mamá, siempre sonriente. Como ya se le acabaron las fotos y las sonrisas, le toca repetir imágenes acompañadas del letrero: “Luz Leidy Vanegas, desaparecida en Medellín, ¿dónde está?”. También circula un afiche con la alteración en arte pop del rostro de su mamá, otro clamor por su retorno.

Antes del confinamiento, cuando no estaba de turno en una tienda de ropa, Yesenia se paraba en el Parque de las luces con los datos de su mamá en una cartelera a manera de súplica ante la Policía, la Fiscalía, la Personería, Daniel Quintero, Aníbal Gaviria... o cualquiera que se dignara a mirar.

En una carta del 24 de enero, la Personería le solicita información al Fiscal 10 especializado sobre el estado de la denuncia por la desaparición de Luz Leidy Vanegas Orozco. Yesenia dice que la han escuchado de Redepaz y la Agencia Mujer. La Secretaría de Inclusión social le ofrece asistencia psicológica: “Ha sido muy difícil con mi hermanito porque es una persona muy introvertida, muy dependiente de mi mamá. Económicamente no le ha faltado nada con el papá, pero lo emocional es otro asunto. Con la cuarentena es peor: hay que hablar permanentemente con él por teléfono, sentarse con él en la acerita o salir juntos a caminar”.

Alrededor de su casa no hay cámaras, solo en las cuadras vecinas. Con la gestión de la concejala Dora Saldarriaga, accedió al registro de las imágenes de la Policía: “Solo se ve pasar a pie a mi hermanito, salió al ratico de mi mamá. Se ven pasar muchos taxis y un bus; debe ser que salió en carro”.

Luz Leidy es ama de casa y madre de dos hijos, Yesenia Rivera, de 23 años, y Samuel Yepes, de 17. Huérfana de padre y madre, solo tiene una hermana a quien adora. Desde el 20 de enero, su hija mayor abandonó la casa donde viven su hijo y su segundo esposo –cumplido en lo económico, sin antecedente de maltratos físicos–.

Yesenia cuenta distinto, cada noche desteje lo que nos sostiene al resto: la esperanza. “Yo pienso que a mi mamá le mandaron a hacer algo; que aprovecharon que salió para hacerle lo que le iban a hacer. No está bien donde quiera que esté. Mi sentir es que está muerta. Y hay que buscar el cuerpo”.

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