Según la última Encuesta de Percepción Ciudadana de “Medellín Cómo Vamos”, el 24% de los habitantes de Medellín tienen menos de tres comidas al día, la cifra más alta desde que inició la medición en el año 2006. La misma encuesta mostró que el INDER, Telemedellín, EPM, Ruta N y Metrosalud han visto su imagen favorable caer constantemente desde 2019, un durísimo golpe para la reputación de las instituciones públicas de la ciudad. Por su lado, la Gallup Poll de Invamer - que le lleva midiendo el pulso al país con la misma metodología hace más de 20 años – viene exhibiendo que, desde comienzo de 2021, las personas que creen que las cosas en Medellín están empeorando son más que las que creen que están mejorando, primera vez que pasaba de forma prolongada desde el año 2002.
Mientras tanto, una jueza ordena casa por cárcel para la exsecretaria de Educación por presuntas irregularidades en la contratación de Buen Comienzo, un programa que hasta hace unos años recibía reconocimientos internacionales por sus capacidades de atención a la población infantil vulnerable de la ciudad.
Hay un deterioro innegable en el capital social de Medellín, que lamentablemente se está quedando con más marca que ciudad. El tal “Modelo Medellín”, que le había permitido a la ciudad “renacer” luego de la violencia del narcotráfico, está mostrando señales agudas de agotamiento. Más que su causa, la llegada de Daniel Quintero a la alcaldía pudo haber sido una consecuencia. “La vida del colombiano es la lucha del hombre contra el paisa”, solían decir en broma en varias regiones del país. Hoy la realidad parece ser otra: la ciudad se quedó sin una narrativa para promover su “orgullo paisa”.
Con este panorama, últimamente me encuentro con dos fenómenos paradójicos dentro de la percepción de Medellín. Por un lado, hay un constante estado de lamentación por parte de quienes fueron protagonistas del progreso social de Medellín en las últimas dos décadas: que la ciudad tiene un “vacío de liderazgo”, que hace rato la ciudad no se imagina grandes proyectos, que se perdió el modelo “Universidad-Empresa-Estado”...
Por otro lado, hay un montón de cosas interesantísimas ocurriendo al margen de lo que habían sido las apuestas de desarrollo de la ciudad hace unos años. Medellín se ha convertido en una capital del entretenimiento y la música en la región. Además, sin tener una infraestructura ni una oferta cultural muy desarrollada para ello, la ciudad se ha posicionado como un destino turístico muy relevante, atrayendo no solo visitas cortas, sino también estadías de largo plazo: Medellín aparece consistentemente entre los lugares más atractivos en el mundo para los “nómadas digitales”, una categoría en la que compite inclusive con el sur de Europa. La exportación de servicios al extranjero también crece a pasos agigantados, aprovechándose de la ventaja competitiva de estar en la misma zona horario de Estados Unidos y solo a tres horas de Miami.
En algún momento Medellín cambió su vocación fabril y manufacturera para darle paso a la actividad comercial y al sector de los servicios, trayendo con ello excelente resultados. Hoy, mientras añoramos y percibimos un deterioro en un viejo “modelo Medellín”, una “nueva Medellín” está emergiendo, y seguimos sin “pararle bolas” suficientes.
La respuesta a la crisis en el “modelo de ciudad” podría estar más cerca de lo que nos lo imaginamos