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Colombia gime. Estamos perdiendo la confianza entre nosotros. Ahora parece que hay dos “bandos” enfrentados, como si de una guerra se tratara. Nadie con un ápice de sensatez quiere la guerra, pero es como si todos, con rabia, no vieran más salida. Rabia encapuchada contra una fuerza pública que en ocasiones ha sido déspota, violenta y asesina. Rabia contra unos encapuchados y vándalos que como una horda animal rabiosa destruyen lo que encuentran a su paso.
La confusión y tergiversación reinan, porque se pierde de vista que esa fuerza pública es completamente necesaria contra los verdaderos delincuentes que rondan las calles. Porque se confunden al pensar que todo el que protesta es un vándalo criminal que está bueno solo para ser golpeado (y si se muere, mejor).
Es claro que alguien o algunos (que no entienden, o entendiendo) quieren generar caos. Unos dicen que son los que ahora están en el gobierno (la derecha) para hacerse los imprescindibles por su mano dura. Otros aseguran que son los que no están en el gobierno (la izquierda) para que el país crea que son ellos los que deberían gobernar. Y qué equivocados están todos, porque se dejaron reducir la realidad a un falso dilema, como si la existencia se tratara de solo dos alternativas: o derecha o izquierda. Qué pobreza política, qué pobreza mental, que pobreza ideológica, qué pobreza existencial.
¿A qué desdichado se le ocurre creer y aceptar que esta riqueza de existencia que habitamos y debemos administrar, solo pueda ser reducible a esas dos opciones? ¡Qué miseria de humanidad la que se ha dejado abajar a semejante simplificación! La vida es mucho más rica que la forma de existencia que entienden la derecha y la izquierda, aunque ambas maneras tengan sus riquezas y sus pobrezas. Pero, ¡oh noticia!: no son las únicas dos formas políticas de existir.
No me interesa defender ninguna ni conducir a los lectores hacia alguna. Para mí es claro que, a estas alturas de la historia, ambos sistemas están agotados, desfasados y consumidos por un no pequeño detalle: ambos ya demostraron su absoluto fracaso: el desprecio por el ser humano (aunque ambos aparenten defenderlo).
Muchachos, a ustedes les escribo: descubran otro modo de existencia que no esté atravesado por ninguno de esos dos anacrónicos y obsoletos sistemas ideológicos. Habiten solo aquello que sea capaz de llevar vida digna a todos los seres humanos.
