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Durante el proceso de licitación del mal llamado Metro Ligero de la 80 no se permitió en los pliegos “la competencia de tecnologías diferentes y probadas” como el sistema Skyrail por ejemplo, o el recibo de propuestas tecnológicas modernas, con lo cual se cerró toda posibilidad de una pluralidad de oferentes y en consecuencia se recibió una sola oferta.
Esta situación, bastante desventajosa para cualquier entidad contratante, es indeseable y no recomendable, y deja en el aire dudas sobre si el proceso se ajustó a los principios de economía, eficiencia, celeridad, transparencia y objetividad a los que obliga la ley de la Contratación Estatal. No hay que olvidar que la nación aportará $2.59 billones de pesos (del 2020) del costo total.
Un Metro Ligero, tal como lo señala el documento Conpes (Consejo Nacional de Política económica y Social), debe ajustarse a las recomendaciones formuladas en materia de segregación de vías urbanas, y a abrir la posibilidad de incluir la implementación de sistemas a diferentes niveles, así como facilitar el acceso a las estaciones y la integración con los demás medios de transporte de la ciudad.
Pero no ocurrió así, ya que no obstante la recomendación del documento Conpes 4003, que subrayó la importancia de un Metro Ligero en la Avenida 80, el proyecto que se construirá irá en contravía y en dirección opuesta. Será otro tranvía similar al de Ayacucho que eliminará una calzada de la vía y borrará del sistema vial el carácter de arteria que tiene como parte integrante del Anillo Exterior de Circunvalación conformado con las calles 50, la 30 y otras.
Extraña entonces que la empresa Metro no haya actualizado en la matriz tecnológica, criterios modernos de selección, cuando al calificar la solución a nivel, le otorgó un valor de 3.8, mientras a la elevada o viaducto tan solo le asignó un 3.31 y además, sacó a relucir la peregrina afirmación que el costo de un sistema elevado se incrementaría en un 200%. ¿Y de dónde sacaron esa cifra?
La realidad es que un monorriel elevado reduce a cero el riesgo de colisión y accidentalidad, permite mayor velocidad y maximiza la relación costo/beneficio; logra un mejor aprovechamiento del espacio con un “segundo piso vial” que no requiere la compra de predios ni la tala de árboles en razón al uso de sistemas constructivos ya probados: columnas ancladas en el separador central y vigas prefabricadas que se izarían in situ. Todo esto reduciría los tiempos de construcción a la tercera parte y tendría un costo inferior en un porcentaje importante.
Pero ahora en cambio, toda la vecindad sufrirá la obra y, durante 78 largos meses, se condenará a los rigores propios que implica la construcción del tranvía: remoción y/o reposición de redes de alcantarillado, acueducto y energía; contaminación por ruido, material particulado y lodos en los inviernos y limitación de acceso a las inmuebles de por vida, porque de la 80, solo quedará una vía unidireccional. Habrá costos ocultos sociales, económicos y ambientales que se sumarán al valor del jugoso contrato aún no firmado que nos costará la friolera de $3.67 billones de pesos.
Lamentablemente, el Concejo municipal en el “debate” pasado no puso objeciones, y más que una presentación del proyecto de la administración municipal, lo que se hizo fue convalidar un contrato que antes de la sesión, según el titular de prensa, ya había sido adjudicado
