La gestión de Gustavo Petro como alcalde de Bogotá no es de la excelencia con la que él la califica frecuentemente, según una medida creíble como la de Bogotá Cómo Vamos fue de regular hacia abajo. Su gestión sobresalió, eso sí, por el cambio constante de su gabinete. Por ello su escudero el concejal Carlos Vicente de Roux, protestó: sus funcionarios duraban en promedio seis meses, un tiempo corto para personas que no han tenido experiencia en lo público.
Entre los cambios se destacaron dos renuncias. Antonio Navarro, viejo camarada de andanzas de Petro, llegó a su gabinete y se fue a los pocos días. Por razones personales dijo. Pero quien sí le cantó la tabla públicamente fue su asesor Daniel García Peña quien, por la forma en la que el alcalde destituyó a su esposa, en un carta le dijo: si un tirano es de izquierda sigue siendo tirano. Y le reclamó que lo mínimo, por decencia, era tener la valentía de poner la cara, hablar con la persona, agradecerle sus aportes y no informarle su despido por los medios masivos de comunicación.
Esta semana el presidente Petro anunció en una breve alocución la despedida de tres de sus ministros. Es su derecho como presidente. Pero en las maneras parece estar reeditando el mal manejo que hizo como alcalde de sus funcionarios. No lo digo por Alejandro Gaviria cuya salida fue explicada con picaresca por su esposa Carolina: salió por problemas de salud. Lo digo por Patricia Ariza, la ministra de Cultura y por María Isabel Urrutia, la de Deportes. Ni ellas saben las razones del despido del que se enteraron en el mismo momento en que el presidente lo anunciaba a todo el país.
Me llama la atención que Patricia Ariza, sorprendida, en varias entrevistas le ha pedido a su presidente que la reciba para conversar ahora ya que cuando estaba en funciones eso no fue posible. Y es raro porque no es una ministra cualquiera. Cuando la nombró, le abrió la puerta grande e hizo sonar la fanfarria porque la consideraba una figura histórica tanto de la izquierda como de la cultura. Las palabras exactas de Petro fueron: con Patricia Ariza habrá un estallido de cultura en todo Colombia para la paz y la convivencia. Ahora, sin protocolo, le mandó decir que saliera por la puerta de atrás.
Por el bien de Colombia, ojalá no se cumpla el pronóstico de Alejandro Gaviria según el cual Petro, después de tener un gabinete de Unidad Nacional, a los meses se quedará con un gobierno descuadernado y pasará a trinar como loco.
Ahora nos enteramos de que el presidente no habla con algunos de sus ministros, ni siquiera para pedirles la renuncia. Y es extraño: justo cuando decide abruptamente suspender dentro de su equipo el debate necesario sobre el proyecto de reforma de la salud - en el que proactivamente estaban participando varios de sus ministros - convoca a construir un consenso nacional.