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México: el gobierno retado por mafias

Por Carlos Alberto Giraldo M.

carlosgi@elcolombiano.com.co

La actitud bonachona y paternal del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, no parece ser ni la indicada ni tener la potencia necesaria para combatir el reto armado que las mafias le están planteando al gobierno en todos los niveles y escenarios.

El Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG), el mismo que atentó hace un mes contra el secretario de Seguridad del Distrito Federal, Ómar García Harfuch, acaba de filtrar un video en el que además de alardear con su ejército de mercenarios, deja claro el avance de su poder territorial y la capacidad militar de la que dispone para agredir a la sociedad mexicana y sus instituciones.

En las imágenes aparecen 25 automotores tipo tanqueta, anfibios y camionetas (trucks), dotados con ametralladoras y ocupados por cuatro tripulantes, cada uno de ellos impecablemente vestidos de camuflados y chalecos antibalas y con fusiles de última generación. Con logotipos en el pecho y en las puertas de los automotores: CJNG. Un despliegue pocas veces visto en la historia de las mafias del continente.

Los integrantes del comando gritan y repiten “pura gente del señor Mencho (Nemesio Oseguera Cervantes, jefe máximo del CJNG)”.

El narcotráfico mexicano es una de las empresas criminales más poderosas del planeta. En Colombia, incluso, hoy ostenta control y penetración en los que fueran territorios de los carteles de Cali, Medellín y el Norte del Valle. Una multinacional del delito.

Para combatir a semejante orquesta delincuencial, México tiene al frente a un presidente errático y disperso, hasta ahora incapaz de detener la violencia de las mafias: junio registró 80 asesinatos diarios. Marzo, el más brutal de 2020, fue de 86 homicidios/día. Las estadísticas van en techos que superan las marcas de las presidencias de Enrique Peña Nieto y Felipe Calderón.

Y aunque AMLO evita hablar de “guerra contra el narco”, la moneda de cambio de los narcotraficantes brilla: un saco de crímenes atroces que pasan por masacres de adictos a las drogas y por otras matanzas cuyos cuerpos desmembrados quedan tendidos a orillas de las autopistas.

México repite la historia colombiana: persigue y busca acabar con narcotraficantes, no con el narcotráfico. La extradición y condena del Chapo Guzmán, y la muerte de otros capos mafiosos, no menguó un negocio que enloquece la brújula de la frontera con Estados Unidos y aceita las estructuras mafiosas de América.

AMLO, en pose inaplazable de bravucón, dijo recientemente que no negociará con los narcos: “no vamos a dejarnos intimidar”. Qué va a negociar, en qué posición de fuerza, si es evidente que a las mafias, que le tomaron la delantera hace rato, no les interesa.

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