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Dany Alejandro Hoyos
Columnista

Dany Alejandro Hoyos

Publicado

Más vida, menos celular

Por Dany Alejandro Hoyos Sucerquia - @AlegandroHoyos

Suena el celular y con la mano dormida le doy fin al sonido mientras refunfuño. No hay porqué echarle la culpa a la alarma, yo mismo fue quien le puso esa hora. Fue lo último que vi al acostarme y lo primero que escuché al despertar. Busco si hay algún mensaje, miro las redes sociales a ver cómo amaneció el mundo. Cuando menos me doy cuenta llevo mucho tiempo viendo videos de Messi. Corro al baño, pongo música en el celular mientras me ducho. Llega una notificación de Instagram y entro a mirar. Después de veinte minutos veo que me cogió el día. Otra vez a correr. Voy tarde. Estrés.

Un día leyendo Mariam Rojas, una psiquiatra española, descubrí lo perjudicial que es para la salud mental estar conectado a las redes sociales en exceso. Entre muchas, fomenta la intolerancia a la frustración. Todo lo queremos ya. Entonces, me pregunté: ¿cuánto tiempo paso en el celular? Aterrado descubrí que duraba ocho horas diarias conectado. Pensé “¿¡ocho!? Eso es una jornada laboral. Paso más tiempo en este aparato que con mi familia. Algo no está bien”. Al sentir culpa, me justifiqué. “Lo que pasa es que trabajo por WhatsApp... a mí me escriben mucho... hay que estar actualizado...”, etcétera. El algoritmo nos enamora. Uno entra por algo especifico y se va quedando. Las redes están pensadas para liberar la dopamina —el neurotransmisor de la felicidad y las adicciones—. Le damos like a un video de perritos y aparecen tantos videos de perros y animales que toca cargar el celular con cuido.

Entonces, en la tarea de reducir mis horas en el celular, lo primero fue quitar las notificaciones. Ese aparato es como un novio tóxico que produce ansiedad. Te dice: “Mírame, acá estoy, tócame”. Te prende lucecitas, te vibra. La meta es entrar a ellas cuando quiero no cuando el celular me diga. No tengo que vivir pegado al chat. Si alguien me necesita, que escriba, y si es urgente, que llame. El mundo no se va a caer porque uno no contesta un chat.

Lo segundo fue que le puse tiempo a las aplicaciones Instagram y Twitter. Entro, miro lo que tengo que ver y paso un rato de ocio, pero no tanto como antes, a la media hora se cierra la aplicación y solo puedo entrar al día siguiente.

Estás prácticas no son sencillas porque la adicción es fuerte. Pero se puede. Ahora tengo más tiempo para mí, para la vida real, leer, trabajar, o simplemente, para no hacer nada. Estar pegado del celular en exceso no es ocio, es adicción. No busco satanizar el aparato. La cuestión es controlarlo y evitar que nos controle. Ahí les dejó esos tips. Más vida real menos celular.

P.D. Denle like a esta columna, pongan en las notificaciones que estaré este viernes y sábado con Suso en la Universidad de Medellín y compren las boletas desde el celular, ja, ja, ja. Allá nos veremos en carne y hueso, no virtual.

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