En relación con el asunto de la crisis ecológica y climática determinada por el aumento desproporcionado de las emisiones de gases de efecto invernadero, la mayoría de los aspirantes a la presidencia dicen muy poco sobre su política ambiental. Los candidatos, que son ya muy astutos antes de ser presidentes, algunos con gloriosas carreras en el exitoso campo de la corrupción, saben que estos temas, que pueden ser fundamentales para el futuro de la humanidad, no son de mayor importancia en sus propios feudos. Tenemos políticos de feudo, de clientela, de trampa y artimaña y, por supuesto, sin una visión de futuro, sin una idea de bien común.
La crisis ecológica y climática es resultado del tipo de desarrollo que se inició en la Revolución Industrial y que se expandió progresivamente en casi todo el mundo mediante la articulación de dos tendencias: un crecimiento económico rápido y constante y el consumo acelerado de energía y recursos. El resultado ha sido el aumento de las emisiones de CO2, que causan el calentamiento global. Este tipo de desarrollo, creador de riqueza, progreso y bienestar para unos y de pobreza para otros, ha sido posible en virtud de la capacidad del capitalismo para promover sistemáticamente el individualismo materialista y fomentar la búsqueda incesante de consumo. El consumo sirve para el crecimiento económico, protege el empleo y mantiene la economía activa y productiva. En la medida en que el crecimiento y el consumo son funcionales para el capitalismo, pretender detenerlo por razones ecológicas equivale a acabarlo.
Pero ha habido y existen otros modelos de capitalismo, además del capitalismo de mercado. El capitalismo social aboga por unas instituciones sociales más fuertes y unas relaciones no estrictamente competitivas entre las empresas. Considera que el gobierno debe tener un papel absolutamente fundamental en el mantenimiento de la estabilidad económica y social y debe intervenir para conseguir el aseguramiento de los dispositivos sociales de educación, salud, pensiones, trabajo y las metas de sostenibilidad.
En Colombia, los candidatos de ultraderecha y centroderecha sostienen que el papel del Estado debe consistir en apartarse de la esfera del mercado para que pueda funcionar sin intervención. En términos ambientales, si no hay intervención estatal en el ámbito ecológico, y el crecimiento material se desarrolla sin frenos, Colombia terminaría aportando significativamente al desastre medioambiental. En el espectro del centro y la centroizquierda se encuentran breves pronunciamientos sobre la crisis climática y el establecimiento de límites ecológicos al mercado. Pero si mantiene un crecimiento económico progresivo no se podrá contribuir a salvar al mundo de las consecuencias destructivas del cambio climático. La izquierda plantea un asunto fundamental: mitigar el cambio climático implica que Colombia tendrá que dejar de depender del carbón y del petróleo. Esto significa un cambio en la relación entre economía y ecología. Tener una visión de futuro y una idea de bien común sobre temas del medio ambiente significa que no queremos vivir en un mundo donde se dé una sobreexplotación de la naturaleza, los seres humanos y los animales