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LAS VÍCTIMAS DE LAS PRIMERAS CRUZADAS

Por

Susan Jacoby

redaccion@elcolombiano.com.co

Las primeras víctimas de la Primera Cruzada, inspirada en el 1096 por la misión supuestamente sagrada de retomar Jerusalén de manos de los musulmanes, fueron los judíos europeos. Cualquiera que considere que sea religiosa y políticamente transgresivo comparar el comportamiento de soldados cristianos medievales al terrorismo moderno islámico tal vez encuentre interesante leer esta sangrienta historia, tal como fue narrada en crónicas hebreas y cristianas.

El mensaje del pasado medieval es que la violencia religiosa rara vez se limita a un objetivo y se extiende para alcanzar el máximo número de víctimas disponibles.

Así como las Cruzadas estaban fundamentalmente ligadas al catolicismo romano de la Edad Media, los movimientos terroristas de hoy están inmersos en una particular interpretación antimodernista del Islam. Esto no implica que la mayoría de los musulmanes estén de acuerdo con la ideología religiosa violenta. Sí significa que el tipo de creencia de los terroristas juega un papel crítico en su asalto salvaje contra los derechos humanos.

Los ignorantes culturales utilizaron las referencias del presidente Barack Obama a las Cruzadas y la Inquisición durante el más reciente Desayuno de Oración Nacional como una disculpa para el terrorismo islámico, pero las alusiones del presidente podrían y deberían ser utilizadas como una oportunidad para reflexionar acerca del daño especial que se ha infligido en muchos contextos históricos por guerreros buscando conquistas en nombre de su dios.

Fueron tiempos duros en Europa del norte cuando los cruzados se empezaron a reunir en la primavera del 1096. Una decepcionante cosecha en el 1095 había traído la hambruna entre los pobres. Como lo observa James Carroll en “La Espada de Constantino”, no hay “duda de que el impulso de las Cruzadas rescató a muchos siervos, pero también a terratenientes, de desesperados apuros económicos”.

Alberto de Aquisgrán, un cristiano nacido a finales del siglo XI, describió atrocidades en Maguncia, otra parada en el paso violento de los cruzados por la región de Renania, cometidas por una banda encabezada por un llamado Conde Emicho. De nuevo hay un obispo quien al principio promete protección a los judíos a cambio de lo que Alberto llama una “increíble suma de dinero”. Pero Emicho y sus soldados cristianos forzaron la entrada al lugar donde los judíos se encontraban albergados.

Alberto cuenta que unos pocos judíos escaparon porque acordaron ser bautizados “por temor, más que por amor a la fe cristiana”. Con todo el dinero arrebatado a los judíos, Emicho y “toda esa intolerable compañía de hombres y mujeres siguieron su camino hacia Jerusalén”.

En Mosul, la ciudad iraquí conquistada por el Estado Islámico en junio, los cristianos habían convivido por siglos con musulmanes, quienes no compartían las creencias medievales que los terroristas dicen representar. La ciudad también fue el hogar de los yazidis, cuya teología incluye elementos del zoroastrismo así como Islam y cristianismo.

Cuando los brutales guerreros establecieron control, miles de yazidis fueron forzados a escapar para sobrevivir si se negaban a convertirse al Islam. A los cristianos también se les dio la orden de convertirse formalmente, pagar impuestos a las cortes sharia, o enfrentar la “muerte por espada”, sin posibilidad de escapar.

¿Suena conocido?

Thomas Asbridge, el director del Centro para Estudios del Islam y el Occidente de la Universidad de Londres, comentó que “tenemos que tener cuidado al juzgar el comportamiento en tiempos medievales de acuerdo con los estándares actuales”.

El asunto es mejor juzgado desde el otro lado del espejo. Lo que realmente vemos hoy es un estándar de comportamiento medieval sostenido por fanáticos modernos quienes, así como los cruzados, buscan poder religioso y político por medios violentos. Ellos ofrecen una mirada espeluznante y fantasmal hacia lo que sería el mundo occidental si no hubieran existido las reformas religiosas, la Ilustración y, por encima de todo, la separación de Iglesia y Estado.

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