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La tentación prohibicionista

Por Carlos Alberto Giraldo M.

carlosgi@elcolombiano.com.co

Declarar ley seca y toque de queda, en medio de un aislamiento en plena vigencia y con una población más consciente de los peligros que trae el coronavirus, muestra a varios alcaldes, en especial los de Cali y Medellín, que con el perfil de sus decretos están cayendo en las tentaciones del prohibicionismo (exagerado).

Hay incluso algunas indagaciones de información de los ciudadanos que se mueven peligrosamente en los límites de la vulneración de la vida privada y confidencial.

No parece lo propio de dos gobernantes que se presentan tan liberales, pero actúan bastante permeados por doctrinas y conductas de hace 40 años, bastante proclives a prohibir todo, en nombre del cuidado de nuestra salud.

Es indiscutible, por las progresiones de los contagios en Colombia y Latinoamérica, que no es momento de romper la estructura esencial del aislamiento y la distancia sociales. Eso lo aceptan los políticos y empresarios más favorables a la reactivación económica, pero también lo advierten reputados virólogos que saben que mientras no haya vacuna la mejor aplanadora de las curvas de infección es la de la cuarentena inteligente, selectiva, planificada.

Pero lo de los alcaldes Jorge Iván Ospina y Daniel Quintero ya es un brote de cierto autoritarismo más contagiado por el deseo de sentirse príncipes de comarca, que gobernantes preocupados por la sanidad de sus ciudadanos.

Numerosas familias están desconectadas, desperdigadas entre sí, desde que comenzó el “aislamiento social preventivo”. Los padres adultos mayores permanecen encerrados y ellos, sí, cuasi anulados en su posibilidad de interacción con parientes y amigos. ¿Entonces en qué quieren ahondar las medidas de estos alcaldes?

Se dirigen a los estigmas propios del prohibicionismo, tan emparentado con las drogas y en este caso con el consumo de alcohol: discursos oficiales y jurídicos ya analizados, según los cuales en este caso los potenciales (y asintomáticos) enfermos de covid-19 y quienes pretendan beber algún trago el Día de Madres son enemigos de la seguridad del resto de los ciudadanos.

“Imágenes sociales interiorizadas” y repetidas, “intelectualizadas por grupos de interés”, “revueltas con teorías médicas y seudocientíficas”, según el académico e investigador Paolo Scalia.

Este prohibicionismo por supuesto parte del miedo y la desconfianza en los ciudadanos, y envía un mensaje de que toda la pedagogía y esfuerzo de control ejecutados hasta ahora han sido ineficaces. Ellos, como líderes, reprueban sus propios logros, destacables. Que cumplan su tarea, como corresponde, está bien. Pero que no se dibujen con esta caricatura de “hipercontroladores” caprichosos, llevados por su visión del mundo, y no por el respeto a la diversidad social que atienden desde lo público.

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