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Esta obsesión por la ocupación nos desconecta de nosotros mismos, de la espiritualidad y la contemplación. Nos lleva a vivir vidas egocéntricas donde sobrevaloramos el yo y se pierde valor del nosotros.
Por Isabel Gutiérrez R. - JuntasSomosMasMed@gmail.com
Vivimos viendo cómo pasa el tiempo, o como el tiempo se nos escapa de las manos sin que seamos plenamente conscientes de ello. El tiempo define la vida, y solo cada uno de nosotros podrá decidir en qué y cómo invertir el tiempo. Hacerse consciente del tiempo, permite entender a que le damos mayor valor e importancia y a que se la estamos quitando. En un encuentro reciente -con sus libros- con el filósofo surcoreano Byung-Chul Han, el tema del tiempo me ha ocupado una parte significativa de mi tiempo -valga la redundancia-
Una práctica común en nuestra sociedad está en la obsesión por estar ocupados. En los ambientes laborales es frecuente hablar de la falta de tiempo, del cansancio y la fatiga. Esta obsesión por la ocupación, al contrario de hacernos más productivos, nos hace más dispersos, y nos hace perder foco en las tareas importantes. Nos creemos capaces de abordarlo y abarcarlo todo. Estamos en una carrera tan frenética, que perdemos el disfrute del proceso, y solo nos satisface la admiración por el resultado exitoso. En palabras del propio Byung-Chul Han, “vivimos siempre con la angustia de no hacer todo lo que podríamos hacer y encima nos culpamos a nosotros mismos de nuestra supuesta incapacidad”.
Byung-Chul Han habla del sujeto de rendimiento, ese sujeto que se la pasa corriendo sin tener muy claro el propósito. Estos sujetos están constantemente en esa batalla interna por superarse a sí mismos hasta llegar a la autoagresión, generando culpa y terminando en ansiedad y depresión. Este sujeto del rendimiento se encuentra en guerra consigo mismo. Byung-Chul Han sugiere que nuestra sociedad moderna se ha liberado de la esclavitud impuesta por otros, para hacernos esclavos de nosotros mismos.
Esta obsesión por la ocupación nos desconecta de nosotros mismos, de la espiritualidad y la contemplación. Nos lleva a vivir vidas egocéntricas donde sobrevaloramos el yo y se pierde valor del nosotros. Nos perdemos de lo importante, por atender lo urgente. Y perdemos la capacidad de apreciar la belleza y reconocer los milagros. Esto reforzado al exceso de positivismo. Byung-Chul Han asegura que vivimos en una sociedad del rendimiento y la productividad en la que no hay lugar para la negatividad, y donde el fracaso y el error no tienen cabida.
Byung-Chul Han, hace un cuestionamiento profundo sobre la forma en que entendemos y vivimos la vida, cómo entendemos el éxito, y en qué ocupamos la mayoría de nuestro tiempo. Así no lo mencione, hace una fuerte crítica a lo que entendemos por el bienestar, y hace un llamado de atención a las prácticas de vida moderna que llevan a graves afectaciones en la salud mental. Advierte sobre las trampas del ego, y al final hace todo un tratado sobre el tiempo y el uso que hacemos de este. Byung-Chul Han Hace una invitación a la pausa, al disfrute y al deleite por la vida.