Después de tantos años de violencia, destrucción y guerra, después de haber hecho procesos de paz con los paramilitares, con las Farc, después de avanzar en el desarrollo de un proceso de pacificación con instituciones como la JEP y la Comisión de la Verdad, los colombianos deberíamos tener la posibilidad de poder construir una nueva sociedad, que no se base en entender la política solamente como poder, dominio y fuerza, sino que comprenda a la economía y la política como profundamente sociales.
Nosotros, como lo han hecho otras sociedades, podemos crear y recrear nuestro mundo social, en el que las normas sean nuestras normas; las visiones sobre el futuro sean nuestras visiones; y en el que las estructuras económicas y políticas sean conformadas por nuestras normas y visiones. Aquí es donde se necesita la gran transformación de la que deberían estar hablando los candidatos.
Pero hay personas y partidos que quieren mantener el orden de las cosas tal y como ha servido solo a sus propios intereses y ambiciones. Es el caso de la senadora María Fernanda Cabal, que en su apuesta de vincular a jóvenes universitarios a su campaña, los instrumentaliza para que propongan una serie de ideas, que expresan algo que puede ser caracterizado como una política de odio y resentimiento: “soy joven Cabal porque creo en el porte de armas, en la reducción del Estado, la propiedad privada, la seguridad, las fuerza militares y la policía, el emprendimiento, el libre mercado”.
El libre porte de armas es una pretensión de los autodenominados ciudadanos de bien, que buscan hacer justicia por mano propia justificada en la necesidad de su propia defensa frente a situaciones de un desbordamiento de la violencia que está dándose en algunas ciudades. Con la idea de la reducción del Estado quieren desarticular el sistema de seguridad social, eliminar la función social que hoy tiene la propiedad privada, privatizar la educación y el sistema de pensiones y reducir lo público a manifestaciones en los protestódromos del ministro Molano.
La aguerrida senadora propone una política de odio y resentimiento, mediante la que crea su propio mundo de significados, de amigos y enemigos, de desprecios y negaciones y una revalorización de sus propias preferencias y valores. Mediante la política del resentimiento critica al mundo de sus enemigos en su totalidad. Como no puede destruirlos físicamente, a pesar de portar armas y ser protegida por sus fuerzas armadas, la lideresa usa astutamente el resentimiento para vengarse, menospreciar, criticar y, finalmente, devaluar todo lo que representa el enemigo. Nietzsche describe la psicología del resentimiento como una especie de autoenvenenamiento.
Odio, resentimiento, autoenvenenamiento, ¿pueden ser valores, ideales para construir una sociedad? Hay un gran consenso en el país sobre que esta no es la sociedad en la que queremos vivir. Hay que partir de otros principios y tener otras visiones. “Los buenos somos más” y “la gente de bien” ya no es representativa de la totalidad y la diversidad de visiones sociales y políticas