Siendo ya abuela, me ha tocado ver crecer varias generaciones. Sobre estas últimas me ha llamado mucho la atención cómo fueron educadas. Más de una vez me tocó ver en centros comerciales, supermercados y lugares públicos cómo se tiraban al piso estos niños y hacían unas pataletas descomunales, a las cuales sus padres –a diferencia de generaciones anteriores– les daban gusto: ¡conseguían lo que querían! Unos padres con mejores condiciones económicas que sus predecesores. Eran los niños que decían que lo mejor de tener padres divorciados era que siempre te daban regalo doble. Son los niños que crecieron con muchas menores carencias que sus padres y aprendieron a exigir todo a su beneficio, que creen tener derecho a todo con solo pedirlo. Y la segunda parte de la ecuación no la aprendieron: que cualquier derecho parte de unas obligaciones, que para tener un premio en la vida hay que trabajarlo duramente, que la plata no crece en los árboles o en la billetera del papá y que el progreso se logra con la constancia y el trabajo duro.
La mala noticia es que esos niños ya crecieron, que son adultos y que pueden votar, que ya no necesitan compañía para salir a la calle y hacer los berrinches que hacían en el supermercado, ahora lo pueden hacer solos y en la calle. Ahora quieren que lluevan ríos de leche y miel sobre Colombia sin que haya que trabajar para conseguirlo. Que haya muuuucha plata para educación, para salud, para todo y a pesar de todos los impuestos que pagan las empresas que hoy desprecian y denigran, no les alcanza la plata.
Ingenuos a morir, se creen todos los cuentos de Petro y de Cepeda, es como si el espejo de Venezuela y el modelo que esa izquierda quiere imponer en Colombia no existiese. No ven los millones y millones de estudiantes como ellos que tuvieron que salir de Venezuela con su pequeño morral como única pertenencia. No se dan cuenta de que son los idiotas útiles del cuento y que el sistema que hoy denigran, a pesar de sus muchas imperfecciones, es el único que crea bienestar a los pueblos.
A los padres de esos hijos lo que les quedó faltando y de pronto no es demasiado tarde: es una buena Correatón.