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La eterna insatisfacción

Por Lina María Múnera Gutiérrez - muneralina66@gmail.com

Los imposibles de belleza siempre han existido. No importa la época, la cultura o las creencias, la sociedad siempre ha tenido un modelo aspiracional que aunque imposible de alcanzar de manera natural, siempre es deseado por muchos. Y si a esta verdad histórica y atemporal, se le suma el componente de las redes y aplicaciones que están a un click de distancia, se obtienen fenómenos como el que está viviendo toda una generación de chinos: la moda extendida de cambiar la apariencia de su cara.

El 74% de las mujeres chinas relaciona la belleza con el éxito. Están convencidas de que si no alcanzan ciertos estándares muy particulares no podrán triunfar. Algo así como el “sin tetas no hay paraíso” del mundo asiático. Esta idea la han recogido, aumentado y explotado una serie de aplicaciones que se han vuelto súper populares y que en los últimos tres años han visto cómo el número de usuarios se multiplicaba por ocho.

Una de las más usadas tiene 10 millones de usuarios mensuales, de los cuales el 54% nació después de 1990. Lo que propone empieza como un juego: se oprime la opción que se llama “El espejo mágico” que inmediatamente define el puntaje ideal que se debe obtener para alcanzar el arquetipo de belleza facial según el polémico concepto de la máscara creada por Stephen Marquardt. Se mira a la cámara y en segundos el programa toma las medidas del rostro, indica cuántas cirugías se necesitan para alcanzar ese puntaje, en qué consiste cada una, cuál es el orden que se debe seguir, en qué clínicas se las puede hacer y un largo etcétera que pone en movimiento transacciones anuales por más de 189 millones de dólares. Solo en esa aplicación.

Hay casos que llegan a acumular más de 300 cirugías entre invasivas y no invasivas. Lo más popular, las orejas Elfi, un tratamiento mediante el cual se consiguen unas orejas más pronunciadas y puntiagudas que ha conseguido 700 millones de visualizaciones. Nadie piensa en que los procedimientos son dolorosos, peligrosos y a menudo permanentes. Es tal el desespero por encajar, por sentir que se parecen a X o Y que se lanzan sin medir las consecuencias. La gente joven se acostumbra a vivir en su mundo de photoshop y se borra el concepto de la individualidad.

Todo parece indicar que es una generación totalmente orientada hacia el aspecto físico, que relaciona sus capacidades y habilidades con la belleza únicamente y no con el talento o la inteligencia. Cambiar este concepto parece tarea imposible porque los números mandan y la presión de grupo, normal en la adolescencia, se ve multiplicada hasta el infinito con las redes sociales. Por mencionar un último ejemplo, un poco más al sur, en Seúl, capital de Corea del Sur, la industria de las cirugías plásticas mueve 3.000 millones de dólares y las pacientes empiezan a hacerse tratamientos desde los 14 años. Tal parece que la forma más sencilla para manejar las inseguridades propias de la edad sea a punta de jeringa, láser o bisturí. Sin que entiendan que esa búsqueda de la perfección nunca acaba porque en realidad no existe

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