En medio del complejo panorama económico, con un choque de oferta causado por la lucha contra el coronavirus que mutó en uno de demanda y se agravó por la guerra del petróleo, surge otra complicación. El avance desigual de la enfermedad hace que las economías pierden dinamismo poco a poco, como sucedió en China y ahora en Europa y Estados Unidos, un efecto colateral de la lucha contra el virus. Sectores enteros de los aparatos productivos dejan de funcionar con pérdidas enormes y los sistemas de salud se ponen a prueba. En esa etapa está entrando Colombia, después del impacto de la caída del precio del petróleo y de las bolsas, que llevó la tasa de cambio a 4000 pesos por dólar.
Comparto plenamente el mensaje de los profesores de economía de los Andes (Nota Macroeconómica no. 6) que ante la situación plantean que la seguridad sanitaria y la económica deben ir de la mano. Las autoridades económicas no pueden permitir que la economía se detenga de forma súbita, porque sería devastador para los colombianos más pobres. De otro lado, existe un grupo de actividades indispensables (industria alimenticia, entre otros), que no pueden parar.
En Colombia no hay mucha munición para actuar contra la crisis, en contraste con los países más desarrollados, pero hay cosas que se pueden hacer y en la sociedad todos tendremos que aportar. Por el lado fiscal hay limitaciones y por esa razón, el dinero que ya el Gobierno comprometió para paliar la crisis (14 billones de pesos), debe gastarse bien apoyando a los sectores más golpeados, con programas sociales para los trabajadores que van a perder sus ingresos como consecuencia de la crisis. Esencial garantizar el abastecimiento de alimentos para que las políticas de aislamiento social funcionen y evitar que el aumento de la pobreza derive en una hambruna. Fundamental, fortalecer con equipos, protección y personal al sistema de salud.
Se necesita un esfuerzo colectivo en el que todos pongan para financiar el gran problema social que tenemos enfrente: se va a requerir una reforma tributaria que elimine exenciones y garantice recursos para el fisco que financie las ayudas a los sectores más golpeados, a la mitad de los ocupados en Colombia del sector informal y a los independientes que aún pagando seguridad social no cuentan con ahorros y dependen del trabajo diario.
La política monetaria tampoco tiene mucho espacio, pero algo se puede hacer. La economía está en una situación diferente que en la crisis de Lehman, cuando se pudo dar una respuesta contra cíclica En 2009, el Banco de la República rebajó la tasa de interés de referencia de 10 % a 3,5 %, porque las expectativas de inflación estaban controladas. Hoy esa tasa es 4,25 %, la inflación anual está cerca al techo del rango-meta (3,73 %) y las expectativas de inflación están al alza, junto con la devaluación.
Si hay una reducción de tasas no podrá ser muy grande y se corre el riesgo de que no haya suficiente tracción para reanimar la economía, y sí se pierda la inflación, que tampoco es claro cómo va a evolucionar si hay recesión. A lo que se agrega que el riesgo de un apretón de crédito (credit crunch) por parte de los bancos que amplificaría la crisis.