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No me cabe duda de que hay unos grafitis que se convierten en una verdadera obra de arte, pero hay otros que son un insulto para la ciudad.
Por Juan Gómez Martínez - opinion@elcolombiano.com.co
Siempre he pensado que hay que diferenciar algunos grafitis del arte. No me cabe duda de que hay unos grafitis que se convierten en una verdadera obra de arte, pero hay otros que son un insulto para la ciudad.
Al pasar cerca de un muro con una pintura, por ejemplo, de una cara de mujer bonita y agradable para la vista, pienso que el autor es un verdadero artista y que no ha tenido la oportunidad de mostrar sus habilidades en una galería dedicada a la exhibición del arte. Pero hay otros que dan vergüenza y que ofenden al común de la gente y a la ciudad. Los primeros hay que promoverlos y tratar de que al artista se le dé la oportunidad de mostrar sus obras en una galería de arte, a los segundos se les debe pedir respeto por la ciudad y cobrarles el uso del espacio público para su beneficio.
Lo que ocurre con el arte callejero, pasa con la publicidad pública. Afiches publicitarios con los que empapelan los muros en el espacio público, hay que prohibirlos y cobrar con valores altos, para que duela, a quienes se atreven a ensuciar los muros de Medellín.
No se puede permitir, en una ciudad que aspira a ser centro del turismo internacional, que la afeen y atenten contra la opinión favorable de quienes aspiramos que hablen bien de Medellín. La ciudad hay que hacerla respetar, para que puedan hablar bien de ella los visitantes que año por año van en aumento.
Recordemos que Medellín llegó a tener el título, nada que genere orgullo, de la ciudad más violenta del mundo, para vergüenza de quienes la habitamos. Ahora, que es una ciudad amable, tranquila y segura, tenemos que hacer todos los esfuerzos para mejorar cada día y para que los visitantes se lleven la mejor impresión de la capital del departamento de Antioquia.
Los grafitis y, sobre todo, la publicidad pública, deben controlarse para que sean amables con el visitante y que no se conviertan en un rechazo para el turista. El respeto que merece la ciudad empieza por casa, como nos decían de pequeños cuando hacíamos alguna pilatuna.
Las autoridades deben controlar la publicidad en espacio público y deben aplicar tarifas que duelan cuando alguien se atreva a aprovecharse de los muros de las vías públicas. Nada mas feo, que atenta contra la opinión de los turistas sobre la ciudad, que unos afiches en los postes y muros. Unos parches de cientos de afiches iguales en un muro o en la fila de postes de la energía con afiches difíciles de retirar después de su cometido.
En mi ya lejana época de la juventud, se decía que nada duele más que tocar el bolsillo. Es hora de que se cobren tarifas bien altas por la publicidad en el espacio público.
A Medellín hay que respetarla y hacer que la respeten.