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Hoy, domingo de ramos, conmemoramos la entrada de Jesús en Jerusalén (Marcos 11, 1-10), y se lee el relato de su pasión tomado del mismo evangelista (14, 1-15, 47). “Hosanna” (“sálvanos ahora”), claman quienes reconocen como el Mesías descendiente del rey David al que no entra arrogante en un carro tirado por caballos, sino manso y humilde sobre un asno. Su reino es distinto de los de este mundo, y esto es lo que va a manifestarse en su pasión, muerte y resurrección.
El relato de la pasión nos presenta la institución de la Eucaristía como memorial del sacrificio redentor de Cristo que ofrece vida eterna, y en el que se actualiza su misterio pascual. Es “sacramento de nuestra fe” en el que anunciamos su muerte, proclamamos su resurrección y expresamos nuestra esperanza en que venga a nosotros. Y es sacramento de amor: en Jesucristo, que da su propia vida para alimentarnos con ella, se nos muestra Dios que es Amor.
Y cuando muere Jesús en la cruz, las palabras del centurión romano -“Verdaderamente este hombre era hijo de Dios”- nos invitan al mismo reconocimiento. El título “Hijo de Dios” se aplica a Jesús para indicar que es Dios. Lo mismo el término “Señor”, cuando el apóstol (Filipenses 2, 6-11) dice que aquel que se despojó de su gloria para humillarse hasta la muerte, fue exaltado como Señor del universo. Todo lo contrario al pecado original, cuando el hombre desconoce su condición de creatura de Dios.
Quienes creemos en Jesucristo reconocemos que en Él se cumplen los cuatro poemas proféticos del “Servidor de Yahvé” (nombre con el que Dios se reveló a Moisés), escritos en el libro de Isaías. El segundo dice: “Yahvé me ha instruido para que yo consuele a los cansados con palabras de aliento” (Isaías 50, 4). Dispongámonos a celebrar esta Semana Santa con una fe que nos impulse a identificarnos con Jesús, en quien se nos revela el mismo Dios que se solidariza hasta las últimas consecuencias con los cansados de sufrir la injusticia y la violencia, y renovemos nuestro compromiso de seguir su ejemplo de amor compasivo, único camino para lograr la reconciliación y la paz.
