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Ángela Marulanda
Columnista

Ángela Marulanda

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Hay que comprender lo incomprensible

Por

Ángela Marulanda

www.angelamarulanda.com

Hay un vínculo muy especial entre las madres y sus hijas, que se forja bajo la tormenta de los años de la adolescencia. En medio del epicentro de los vendavales y aguaceros de lágrimas propios de estas tempestades, lo único que podemos hacer es recordar que “esto también pasará”. A medida que nuestras hijas empiezan a exigir más independencia y a reclamar su derecho a tomar todas sus decisiones y a resolver solas sus problemas, es muy tentador correr a arreglarles el camino para evitar que tropiecen o caigan en su transcurso a la adultez. Pero algunas veces es precisamente gracias a esos tropezones que ellas aprenden a darse cuenta de que por más listas que sean es posible equivocarse.

Nuestras hijas necesitan que les hagamos saber muy claramente qué las hace personas valiosas, íntegras y confiables, así como lo que significa ser realmente valorada para que tengan la confianza en sí mismas que precisan para hacer lo que es debido y no solo lo divertido .

Cuando somos madres de una hija adolescente, que a menudo está dominada por una tormenta de emociones desbordadas, nos necesita más que nunca... a pesar de que aparente lo contrario. Una de las herramientas más importantes para superar el desconcierto de esta etapa de transición es mantener abiertas las líneas de la comunicación entre nosotras.

Sin embargo, la forma de lograr que nos compartan sus temores, sus dichas, sus penas o angustias, no es atacándolas a preguntas ni suplicándoles que nos digan cómo les fue en la fiesta, en el partido o en el examen. Para tener una buena comunicación debemos disponer de tiempo para estar con ellas, escucharlas, motivarlas y comprenderlas, porque aunque simulen lo contrario, todavía nos necesitan mucho.

Si nos concentramos en sus cualidades y aciertos y les ayudamos a ver sus éxitos y talentos, posiblemente se sentirán más seguras y apreciadas y, por ende, más tranquilas. Ser comprensivos y escuchar sus puntos de vista, aunque no coincidan con los nuestros, contribuirá a que ellas recurran a nuestra guía mientras navegan las turbulentas aguas de la adolescencia, esa etapa en la que adolecen de seguridad, de claridad y, sobre todo, de tranquilidad. Y por eso les urge que las comprendamos... a pesar de lo incomprensibles que son.

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