Para los agoreros del fin del mundo. Para los que pretenden que vistamos harapos y volvamos a las cavernas. Para mi querida ministra Irene Vélez, que debería haber dimitido ya si tuviera dignidad. A todos aquellos para los que cualquier tiempo pasado fue mejor y viven mirando el retrovisor en vez de deleitarse con el horizonte. Para los que proclaman que la Humanidad está condenada a su desaparición tras aniquilar el planeta Tierra. Para los que, como Jeff Bezos, profetizan que viviremos en colonias en el espacio: ha nacido el humano 8.000 millones. ¡Chúpate esa, Malthus! Y es que, en contra de los postulados maltusianos, la humanidad ha logrado más que triplicar su población con recursos suficientes para la inmensa mayoría sin necesidad de guerras y pestes. La prueba de la abundancia alimentaria y del progreso universal es que se prevé que más de la mitad del crecimiento demográfico mundial desde ahora hasta 2050 ocurra en África, donde ya hay la tasa de crecimiento demográfico más alta. ¿Y en el África más pobre? Se espera que el África subsahariana doble su población para 2050.
Este crecimiento se ha dado en la época de mayor paz global de la historia, no exenta de conflictos, como la actual invasión rusa de Ucrania, pero sí sin grandes cataclismos bélicos. En 1950, se estimaba que la población mundial era de dos mil seiscientos millones de personas. Se alcanzaron los cinco mil millones en 1987 y, en 1999, los seis mil millones. En octubre de 2011, se cifraba la población mundial en siete mil millones de personas, según los datos de la Onu.
Se espera que la población mundial siga aumentando, para desdicha de los predicadores del Apocalipsis, pero a menor ritmo que el vivido entre 1960 y 2000, cuando se duplicó. De hecho, se prevé que la población de 61 países o regiones disminuya en al menos un 1 % entre 2022 y 2050 debido a sus niveles bajos de natalidad y, en algunos casos, a sus altas tasas de emigración. Entre los países que perderán población se encontrará China. De cualquier modo, se podría llegar a los ocho mil quinientos millones en 2030; a los nueve mil setecientos millones, en 2050 y a diez mil cuatrocientos millones, en 2080.
Todo ello gracias a que la esperanza de vida alcanzó los 72,8 años en 2019, una mejora de casi nueve años desde 1990, con unas proyecciones de reducción de la mortalidad que se traducirán en una longevidad mundial promedio de alrededor de 77,2 años de media para 2050.
En definitiva, para toda esa izquierda tristona, rancia y catastrofista que quiere menos niños y menos risas para poder abrazar árboles y dotar a los animales de derechos que deniegan a los humanos (como el de la vida, que corrompe el aborto): progresamos a toda velocidad. Algo que, por cierto, predijo Karl Marx. Contrario a las teorías de Malthus, Marx defendía lo opuesto. Según él, la tecnología y la ciencia permitirían abastecer de recursos a la humanidad. Y debió de ser en lo único que atinó, pero como las izquierdas de hoy no leen más que el Twitter, se lo perdieron. Así que no se dejen engañar y hagan niños, que son la alegría de este hermoso jardín que entre todos preservaremos.