Hace casi quince años (octubre de 2007) inicié un hermoso camino como columnista habitual en este diario, que me abrió las puertas luego de mi breve paso por la redacción de EL COLOMBIANO en el área de arte y cultura. Comencé a escribir en las páginas de opinión tras dos años de haber iniciado mi itinerario en la vida consagrada católica. Todavía recuerdo el nombre de mi primera columna: “Una fe de exportación”, y también el tema de la misma, la presencia de religiosos y consagrados colombianos en diferentes naciones, dando lo mejor de sí.
En estos años he tenido la bendición de vivir y de escribir desde cuatro países diferentes (Perú, Italia, Estados Unidos y Chile) y poder opinar desde realidades muy diversas sobre temas que he ido aprendiendo y que me han interpelado, donde he hecho el intento de conjugar mis propias experiencias, gustos y creencias con el ambiente que me ha rodeado.
Mi paso por EL COLOMBIANO me permitió también publicar un libro con el fondo editorial de mi alma máter: la Universidad Pontificia Bolivariana recopiló los artículos más destacados entre los años 2007 y 2013 en un libro que se titula Opinar desde la fe.
Estos quince años estuvieron llenos de experiencias muy diversas, de aciertos y también de errores que me permitieron crecer en humildad, toparme con mis fragilidades y aprender con algunos golpes. Disfruté leyendo los correos que me enviaban los lectores y también leer los comentarios de los artículos en la versión digital. Tanto los que escribían quienes apoyaban mi pensamiento como los de aquellos que lo criticaban. De cada uno se sacan buenas lecciones. Permiten así interactuar y, en algunos casos, sostener un contacto con aquellos que nos leen.
La vida tiene sus ciclos y el de columnista de EL COLOMBIANO es un ciclo que hoy se cierra con esta, mi última columna. Así lo determinó esta casa periodística debido a la renovación de columnistas por sus ciento diez años y es una decisión que respeto. A la vez, descubro que es necesario seguir por otros caminos que Dios y la vida me han abierto: mi trabajo como periodista y consagrada en la Pontificia Universidad Católica de Chile, mis estudios de maestría en Escritura Narrativa en la Universidad Alberto Hurtado de Santiago y mis colaboraciones permanentes con la fundación Endow en Estados Unidos, donde traduzco material de formación acerca del estudio de la Iglesia católica sobre la dignidad de la mujer. EL COLOMBIANO ha sido un bello camino, así como un peldaño decisivo para alcanzar nuevos desafíos. Por ello hoy solo me quedan gratitud y buenos recuerdos y darles los mejores deseos a todos los profesionales de esta empresa periodística para que sigan con la bella y desafiante tarea de formar la opinión pública de los colombianos. ¡Gracias, queridos lectores!