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En la actualidad, Colombia enfrenta un desafío crucial: la necesidad de invertir una mayor parte de su Producto Interno Bruto (PIB) en el desarrollo de infraestructura. De acuerdo con el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) el PIB del país pasó de crecer el 7,3% en 2022, a tan solo crecer el 0,7% en 2023 y el 1,7% en 2024.
El crecimiento del PIB está asociado con el crecimiento de la economía de un país, lo cual suele ser, junto con la estabilidad, factores determinantes para los inversores extranjeros al momento de tomar sus decisiones de inversión. Adicionalmente, el crecimiento del PIB suele relacionarse con el aumento de los ingresos fiscales y la creación de nuevos empleos. Cualquier gobierno en un país como Colombia, sea de la corriente política que sea, debería tener dentro de sus objetivos primarios el crecimiento del PIB.
Por su parte, es claro que, a pesar de los esfuerzos realizados por diferentes gobiernos, Colombia se encuentra aún muy rezagada frente a otros países de la región en el desarrollo de infraestructura. Las necesidades de interconexión tanto del sistema eléctrico como de los medios de producción y transporte, los servicios públicos como agua o alcantarillado, entre otros, son evidentes. Un ejemplo claro es la infraestructura vial. De acuerdo con el Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe (CAF), a 2020 el porcentaje de carreteras pavimentadas de Colombia era de tan solo el 6%, mucho más bajo que el del resto de países de la región. De acuerdo con el reporte Estudios Económicos de la OCDE: Colombia 2024, “la calidad de la infraestructura de transporte es deficiente, resultando en altos costos de transporte y limitada integración regional. Los proyectos de infraestructura deben priorizar la interconectividad de puertos, ríos, ferrocarriles y carreteras, y mejoras en la red de carreteras rurales para conectar las ciudades con sus áreas rurales”.
Además de la necesidad de mayor infraestructura en el país, cuando se invierte en infraestructura se produce un efecto multiplicador que puede aumentar el PIB de manera significativa. Este efecto multiplicador se debe a los beneficios directos que genera el desarrollo de dicha actividad, tales como el aumento del empleo y el aumento de la demanda de bienes y servicios; pero también a los efectos indirectos e inducidos. Los efectos indirectos consisten en que las mejoras en infraestructura facilitan el comercio, reducen los costos de transporte y aumentan la eficiencia de las empresas, lo que puede llevar a un aumento en la producción y en la competitividad. Por su parte, los efectos inducidos consisten en que los trabajadores y proveedores que se benefician de la inversión en infraestructura gastan sus ingresos en bienes y servicios, lo que genera más actividad económica.
Entidades como el Banco de la República, el Departamento Nacional de Planeación (DNP), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la Universidad de los Andes han calculado el efecto multiplicador de la inversión en infraestructura. Las estimaciones del efecto multiplicador del desarrollo de la infraestructura en Colombia se ubican en el rango de 1.5 a 2.5. Esto significa que, por cada peso invertido en infraestructura, el PIB de nuestro país podría incrementarse entre 1.5 y 2.5 pesos.
Es urgente que se retomen planes y políticas públicas serias, metódicas y ordenadas que tengan como efecto la adjudicación de nuevos proyectos de infraestructura los cuales no solo son necesarios, sino que también impactan poderosamente el crecimiento económico de Colombia.
