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Por Fanny Wancier Karfinkiel - fannywancier7@gmail.com
Cuando nos habituamos a una rutina, la mente y el cuerpo mantienen un nivel de excitación bajo que hace que percibamos las cosas con ecuanimidad. En otras palabras, no hay distancia entre lo que esperamos y lo que encontramos y no es necesario prestar atención a nuestras acciones. Por el contrario, cuando se trata de situaciones no rutinarias donde hay distancia entre lo que esperamos y lo que encontramos, tendemos a sentir altos niveles de excitación o estrés, así que es necesario mantenernos en calma para orientar nuestros pensamientos, emociones y acciones.
Ahora bien, existe un cargo rutinario por las normas, fechas y lugares establecidos, pero poco rutinario por los desastres que ocurren si no se maneja con la máxima atención y serenidad: el de jefe de estado. Sin embargo, hay quienes consiguen el cargo sin estar preparados para entender la distancia entre lo que esperan y lo que van encontrado y, frente a lo inesperado, se estresan y acomodan sus expectativas demonizando a grupos específicos, produciendo cortinas de humo, y polarizando a la población.
¿Qué esperaba Petro al asumir la presidencia? “Trabajaré para conseguir la paz verdadera y definitiva”, “dialogaré con todos y todas sin excepciones ni exclusiones”, “gobernaré con y para las mujeres” “desarrollaré la Industria nacional, la economía popular y el campo sin distinciones ni preferencias”, “lucharé contra la corrupción con mano firme y sin miramientos”, “haré cumplir nuestra Constitución”, “defenderé a los colombianos y las colombianas de las violencias”, y “recuperaré lo que se robaron”.
¿Qué encontró después de 2 años y medio de gobierno? Que el desorden rayaba en el caos, la Paz verdadera y definitiva era un fracaso total, se derrochaban los recursos públicos, su camarilla era incompetente y aduladora, su proyecto de “cambio” o destrucción “positiva” se cumplía a medias, estaba rodeado de corrupción, e ideologizar los problemas no era la solución. Que al no poder responsabilizarse de sus decisiones huía, y a punta de escándalos, desviaba la atención.
En síntesis, que había una enorme distancia entre sus expectativas y la realidad objetiva y, dominado por una tensión incontrolable, inventaba distracciones todavía más audaces: “cambiar el mundo”.
Cuando las causas del estrés se mantienen largo tiempo en el organismo, se crea un terreno fértil para la aparición de calamidades: enfermedades físicas (exceso de cortisol), depresión y ansiedad, adicciones, altibajos inesperados del ánimo, ausencia de razonamiento lógico, delirios de grandeza y paranoia, entre otros trastornos.
Es fundamental que la población tome conciencia de que quienes aspiran a ocupar el poder hayan superado con anterioridad su pasado sombrío, de cómo las experiencias traumáticas -a veces atroces- dejan serios desequilibrios químicos en el cerebro que se manifiestan en adicciones, altibajos de ánimo, juicios absurdos, o pérdidas de control. Necesitamos líderes decentes, con los pies sobre la tierra, sanos mental y emocionalmente, que no inventen cortinas de humo para ocultar sus intenciones y, dueños de expectativas sensatas, consideren la distancia entre lo que esperan y lo que pueden lograr.