La sociedad de la sostenibilidad afirma que ante hechos como la progresiva y rápida desaparición de la selva amazónica, el derretimiento de los glaciares, el descongelamiento del permafrost de Siberia, las catástrofes naturales y la pérdida de la biodiversidad, es absolutamente necesario un cambio radical, una transformación socio-ecológica, que implicará dar un giro de una industrialización basada en el uso intensivo de combustibles fósiles a procesos productivos soportados en el uso de otras fuentes de energía como la eléctrica y la eólica.
Por el contrario, la sociedad de la no-sostenibilidad pretende convertir en su tema central la lucha contra la protección del clima. Basa su visión política en la defensa de las condiciones y estilos de vida de los más opulentos, y argumenta que es posible vivir muy bien con las posibilidades de viajes, comunicación, compras, entretenimiento y realización personal. Las sociedades consumidoras y poderosas del Norte global y los grupos sociales mas favorecidos de los países pobres han hecho de la defensa de estas mismas condiciones y estilos de vida su máxima prioridad. Ellos cuentan una historia de éxito basada en liderazgos positivos y en un crecimiento económico que ha eliminado progresivamente la pobreza y la desigualdad. A partir de esto rechazan la tesis de la sostenibilidad.
Aunque esta problemática debería estar en el centro de la contienda por la presidencia en Colombia, está asumiéndose de forma marginal, como se pudo apreciar en los debates de las coaliciones que iniciaron Caracol y La Silla Vacía la semana pasada. Solamente se le preguntó a Petro sobre su propuesta de descarbonización, que fue descalificada por el establecimiento como un absurdo castrochavista.
El gobierno colombiano se sitúa claramente en la estrategia de la no-sostenibilidad, aunque Duque se presenta en los escenarios internacionales como un líder de la sostenibilidad. Frente a la pregunta, es posible continuar el crecimiento económico de la sociedad sin la explotación del carbón y el petróleo, se ha respondido con sentido pragmático: el gobierno colombiano está concesionando en este momento 69 bloques para exploración y explotación de hidrocarburos. Esto quiere decir que el actual gobierno ha optado por una estrategia de crecimiento sin sostenibilidad. El gobierno, en abierta oposición a la voluntad de los ciudadanos, cada vez más conscientes de actuar para evitar la catástrofe, ha hecho muy poco para contrarrestar la deforestación de la selva del Amazonas y ha fallado en conseguir que el Congreso ratifique el Acuerdo de Escazú. ¿Esta estrategia será continuada por quien salga ganador de las coaliciones de la esperanza, la experiencia y por el candidato del Centro Democrático?
El problema es que no se trata solamente de una transformación ecológica. Plantear la salida de los hidrocarburos no es sólo un cambio energético, tecnológico o político, sino un cambio estructural, cultural y social que abarca todos los ámbitos. Además de lugares comunes, de afirmar que el cambio climático es el mayor reto y amenaza para la humanidad hasta la fecha, ¿qué dicen de fondo los aspirantes presidenciales sobre estas transformaciones?