Encontrar, escuchar, discernir. Estos tres verbos pueden hacer la diferencia. A esto nos invita el Papa Francisco en el camino sinodal. Un proceso de consulta, de escucha que se inició oficialmente el pasado 10 de octubre, que pretende culminarse en 2023 y que lleva como lema: “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”.
El Sínodo es un organismo consultivo creado en 1965 que se compone de una asamblea de obispos cuya finalidad es ayudar al Papa en el gobierno de la Iglesia universal, dándole su consejo en temas específicos. Desde entonces en la Iglesia Católica se han realizado 29 sínodos de diferentes temas: la juventud, la amazonia, la nueva evangelización, la familia entre muchos otros.
Esta vez el sínodo será diferente. Ya no se realizará solo en Roma ni tendrá una duración de tres semanas como ha ocurrido antes. Su sede serán las iglesias particulares. Cada diócesis, cada parroquia, cada grupo puede participar, enviar sus sugerencias para que la Iglesia entera participe en la búsqueda de métodos para conseguir que todos los bautizados caminen juntos en comunión y fraternidad. Que se encuentren maneras más atractivas, más adecuadas a nuestro tiempo, de evangelizar, de mostrar el mensaje de Cristo, el mismo ayer, hoy y siempre. El primer paso será en las diócesis respectivas, luego, lo que se recopile en estas consultas llegará a las conferencias episcopales de cada país, después serán reunidas a nivel continental y, por último, en dos años, serán estudiadas, analizadas, conversadas en Roma a nivel de la Iglesia universal.
Las consultas buscan básicamente responder a dos preguntas: “¿Cómo se realiza hoy este caminar juntos en la propia Iglesia particular? ¿Qué pasos nos invita a dar el Espíritu para crecer en nuestro ‘caminar juntos’?”. Estas respuestas se pretenden dar siguiendo las palabras del Papa Francisco durante su homilía en la apertura del proceso sinodal.
Encontrar: “Una pregunta tan importante exige atención, tiempo, disponibilidad para encontrarse con el otro y dejarse interpelar por su inquietud”.
Escuchar: “Cuando escuchamos con el corazón sucede esto: el otro se siente acogido, no juzgado, libre para contar la propia experiencia de vida y el propio camino espiritual”.
Discernir: “El encuentro y la escucha recíproca no son algo que acaba en sí mismo, que deja las cosas tal como están. Al contrario, cuando entramos en diálogo, iniciamos el debate y el camino, y al final no somos los mismos de antes, hemos cambiado”.
De este proceso pueden salir reflexiones y resoluciones muy ricas que quizás se traduzcan en acciones que llenen de vitalidad y rejuvenezcan a la Iglesia. Es un camino hacia una Iglesia menos clericalista y que se entienda como la suma de todos los hombres y mujeres que quieran trabajar por ella con su creatividad y empuje, pues como dijo el Papa Francisco: “El Espíritu nos pide que nos pongamos a la escucha de las preguntas, de los afanes, de las esperanzas de cada Iglesia, de cada pueblo y nación. Y también a la escucha del mundo, de los desafíos y los cambios que nos pone delante. No insonoricemos el corazón, no nos blindemos dentro de nuestras certezas. Las certezas tantas veces nos cierran. Escuchémonos”.