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Juan José García Posada
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Juan José García Posada

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El sabor único de los frisoles

Por Juan José García Posada

juanjogp@une.net.co

En medio de las malas noticias, a veces conviene hacer una pausa para responderles a varios lectores sobre ciertas expresiones que ayudarían a afinar el buen uso del español: Cuál debe ser el modo recomendable de nombrar el plato que era tradicional en el País Paisa, cuando al oír la olla pitadora corríamos al comedor a esperar los frisoles. Ahí está la respuesta, frisoles, con ese. No frísoles, ni fríjoles, ni frijoles. Así los llamábamos en esta región desde la infancia, aunque han cambiado los tiempos y el vocabulario.

Hace algunas semanas leí un buen artículo del historiador Jorge Orlando Melo, sobre la mesa precolombina. Me quedó la duda sobre el tema propuesto, por qué prefiero decir frisoles, y no alcancé a que me contestara en una reunión por internet de algún centro de estudios. En la sección Hablemos bien, que hago para Cuartillas, en Radio Cipa Estéreo, he intentado una explicación, muy personal pero asociada con las tradiciones de la antioqueñidad que a ciertas personalidades notabilísimas les da pena reconocer. También he incluido un apunte semejante en el microprograma Consultorio del Idioma, que realizo desde hace quince años en Radio Bolivariana.

Cuando se trata de topolectos o de regionalismos, cada hablante tiene derecho a escoger el uso que más le parezca, porque se ajusta a su propia costumbre, a lo que aprendió cuando apenas estaban enseñándole a pronunciar las primeras palabras. Lo que no es aceptable es desconceptuar al que diga frisoles o frisol y tratarlo de ignorante. El uso más común en nuestra región paisa es o era frisol y frisoles, así como en otros lugares se habla de fríjol, frijoles o fríjoles, y hasta de frejoles. Es una locución que puede emplearse conforme con la propia cultura regional. Se ha dicho que el nombre de esa planta leguminosa, frisol, viene del español antiguo, del catalán fresol y del latín que suena faseolus, o del griego faselos.

En el Diccionario Panhispánico de Dudas, creado por la Real Academia con la sana intención de conciliar vocablos dichos de modos distintos en las diversas naciones donde hablamos español, no mencionan el frisol ni los frisoles. En Argentina, Chile y Uruguay se utiliza el quechuismo poroto. En Ecuador se dice fréjol o frejol. En España se aceptan más judías y alubias.

Gutiérrez González decía que “pues como sólo para Antioquia escribo, yo no escribo español sino antioqueño”. Y nos legaba el gran argumento, en la Memoria sobre el cultivo del maíz en Antioquia: “Salve segunda trinidad bendita. Salve frisoles, mazamorra, arepa. Con nombraros no más se siente hambre. No muera yo sin que otra vez os vea”. En cuestión de gustos no debería haber disgustos. No cambio el sabor único de los frisoles, con ese

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